El Regreso

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                                    Vuelvo a la vieja casa, como un viento errante que busca su propio comienzo, pero que solo me arrastra a cumplir mi destino. Allí, donde los recuerdos se derrumbaron alguna vez, en medio de cascadas de odio y que se fueron extinguiendo con el paso del tiempo. Todavía siento la voz de mi padre, desgañitarse entre silencios prefacios que me tenían congelado como un niño sin poder hacer nada al respecto. No era la vida que esperaba, pero sí, quizás, para mi padre, el hijo que me convertiría algún día. Nunca sentí el apoyo que necesitaba mientras crecía en medio del desprecio, que sin motivo alguno, todos sentían por mí.

Toda su vida se negó a escucharme. Nunca pude hablar de aquellas cosas que pensaba de niño y que veinte años después, solo lograron hundirme en un vacío dentro de mi propia mente hasta el agotamiento. Era evidente que no sentía nada de amor por mí. Solo era su pequeño muñeco de trapo, al que azotaba con su cinturón, mientras yo, yacía amarrado a un viejo tirante, cada vez que regresaba borracho a la casa.

Hasta el día de hoy, jamás pude cenar, sin esa insistente sensación de desasosiego que me invade, y que se esparce como un virus en cada espacio de mi espíritu. Logrando que después de tantos años, aún siga haciendo fuerza para tragar en silencio, con la mirada perdida en la nada.

Mi madre, enmudecía para solo hacer aquellas preguntas insidiosas, que llevarían la dulce escena de la cena familiar a un episodio dramático, donde era enviado a mi cuarto con solo dos bocados en mi boca.

Aún recuerdo aquella habitación pequeña, debajo de la escalera, donde solo entraba un viejo colchón y esa pequeña luz que se encendía de afuera, solo para que me acostara, acostumbrándome a la oscuridad, que era mi única aliada.

Tenía una extraña sensación de no pertenecer. Como si fuera aquel que destruyó aquel matrimonio que duró hasta hoy y que me dejaron sin respuestas. Tan vacío como el día que me fui de casa.

Mi hermana, de pequeña, solo me veía como a un desconocido que vivía en la casa. Conforme creció, no tardó en demostrar el desprecio al que había sido entrenada por todo lo que veía constantemente. Lograba, como mi madre, hacerme culpable de cada una de sus trastadas. Como aquel día que su novio trepó a su cuarto por la ventana. Por un momento, pensé que algo malo sucedía y subí hasta su habitación, solo para encontrarme al muchacho penetrar a mi hermana bajo las sábanas, bajo la luz de una linterna.

El muchacho huyó por la ventana y luego, los gritos de mi hermana despertaron a las bestias. Ella argumentó que intenté tocarla mientras dormía, lo que me llevó a volver a ese tirante sin poder ser escuchado. Cuarenta azotes con la hebilla de ese cinturón, terminaron con mi piel sangrando por mi cintura y una semana acostándome boca abajo por el dolor.

Un fragmento cruel de una vida plagada de odio. Un sendero borroso que me condenaba al desamor y deshacía aquel fotograma que tenía de una familia normal.

Nunca logré tener amigos. Nunca se me permitió hablar de esto en la escuela. Jamás pude decir que mis padres me habían golpeado en el hospital, cuando llegaba inconsciente. Lo recuerdo con mucha nostalgia, porque eran de las pocas veces que mi padre y mi madre me abrazaban frente a los doctores, en un vulgar intento de salvar sus propios pellejos.

Y me quedé sentado allí, en aquel sucio sillón de la sala, veinte inviernos después, en mi regreso a aquella casa donde todo había empezado. Con un millón de preguntas y ni una sola respuesta.

Nunca supe la diferencia entre el bien y el mal. Lo que pudo haber sido si me hubieran dado esa oportunidad para hacerlo. Jamás comprendí ese odio que los motivaba mientras crecí hasta el día que volví.

De pronto, la puerta se rompió en pedazos y varios policías entraron a la casa. Me apuntaban con sus armas en una sala donde la sangre discurría por los muros. Mientras me apuntaban no dejaban de mirar aquel lugar escalofriante y tétrico. La vieja casa había dejado de ser un hogar feliz.

Un principio. Finalmente un principio para mí en una extraña vida que parecía estar por comenzar. Solo, empujado por aquel viento errante que me hizo regresar a asesinar a todos, sin una mísera gota de piedad.

F I N

Por: Luis Sadra.

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⏰ Last updated: Dec 15, 2019 ⏰

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