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Lucius Malfoy paseaba lentamente por su habitación con su primogénito en brazos, mientras le hacía carantoñas y le decía algunas otras cosas que Narcissa no alcanzaba a oír.

Ella contemplaba a los hombres de su vida en silencio y con una pequeña y relajada sonrisa desde su silla preferida. Aquella silla mecedora que fue alivio en los tiempos más difíciles de su embarazo.

Amaba a Draco con locura, pero de verdad que no quería repetir otra experiencia como esa. Un embarazo, a pesar de ser algo maravilloso y lleno de experiencias irrepetibles, era también una dura prueba para la paciencia y comodidad de cualquiera.

Hacía más de un mes que Draco había llegado al mundo, y aunque Narcissa no quería parecer alguien débil, no podía decir que ahora fuera la misma mujer de antes. Su embarazo había sido complicado y aún quedaban secuelas que hacían estremecer su interior, y que un Medimago o su amigo Severus, velaran constantemente por ella.

Pero no duraría por siempre. Ella estaba segura de que todo regresaría a la normalidad y que podría pasear con su pequeño por las calles del Londres Mágico como cualquier madre orgullosa lo haría.

— ¿Te encuentras bien, Cissa? —preguntó Lucius acercándose a su esposa mientras el pequeño Draco halaba de su cabello.

Ella sonrió y estiró los brazos para recibir a su hijo.

—Estoy bien, Lucius. Y lo estaré mucho más con el tiempo, ten paciencia.

Lucius conjuró con su varita otra silla y la acomodó al lado de la silla de su esposa. Narcissa reposó su cabeza en el hombro de Lucius y contempló al ser humano más hermoso que existía y existiría en toda la tierra.

—Es un niño precioso.

—Claro que sí. Es nuestro hijo. —dijo Lucius sonriendo de esa manera en la que sólo sonreía a Draco. Narcissa tenía que contenerse y no reír; definitivamente a Lucius no le gustaría saberse tan embelesado y lleno de expresiones faciales nuevas en su aristocrático rostro. Recordó que su hermana Andrómeda le había regalado años atrás una cámara muggle; definitivamente una foto que valdría la pena tener, sería la de un Lucius frunciendo los labios o inflando las mejillas para hacer sonreír a Draco.

—Soy muy feliz, Cissa. No me cansaré de agradecerte por... por este maravilloso regalo. —dijo Lucius en voz baja.

Narcissa sonrió y evitó llorar de nuevo. Se suponía que las hormonas tenían que estar bajo control después del embarazo... ¡Después de un mes y medio de haber dado a luz!

—Es gracias a los dos, Lucius. Pero preferiría darte otro tipo de regalo para otra ocasión, si no te importa. A menos que quieras embarazarte tú. —bromeó.

Lucius rio, con esa carcajada varonil y profunda que había encandilado a Narcissa desde Hogwarts.

—Bueno, eso sí que es imposible. Y yo tampoco es que quiera repetir la experiencia. Por poco y me quedo calvo por el estrés.

Narcissa bufó divertida y Draco levantó su manita en un puño.

— ¿Estrés? —bufó ella, sosteniendo la mano de su hijo.

—Sí. No creerás que es fácil ver al amor de tu vida sufriendo por una panza enorme.

Narcissa liberó una de sus manos del cuerpo tibio de su hijo y golpeó con ella a Lucius.

— ¡Lucius, por Merlín! Llevaba un bebé allí... A este hermoso niño que ves aquí. No vuelvas a decir eso.

Lucius rio nuevamente.

—Lo siento... Es que parecías a punto de explotar y yo no sabía qué hacer.

—Agradece que no estoy en condiciones de hechizarte, Lucius Malfoy. —dijo Narcissa con tono indignado.

Inicios de vida y amistad [ HP fanfic ] Where stories live. Discover now