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SCOTT

Estoy sudando y es asqueroso. A su causa, la zona en mi cuello y pecho se siente pegajosa. Los ángeles no transpiran, pero ya no soy uno, por lo cual me estoy acercado a parecer un humano.

Contemplo el suelo a mis espaldas. Apenas consigo ver mis alas rozar el piso. Es extraño, he perdido cualquier tipo de sensibilidad que antes había en ellas, no obstante, al mismo tiempo me da la impresión de que un peso innecesario tira de la piel de mi espalda con fuerza, pero lamentablemente no con la necesaria para arrancarme el malestar.

Cierro los ojos y de inmediato una imagen se proyecta en mi mente. Es Raisa.

Ella, con su inocencia, es vulnerable a todo.

Debo encontrar la manera de salir, de buscarla aunque tenga que arrancarme parte de la espalda. Sin embargo, la fuerza no me es suficiente cuando tiro de las cadenas. Es inútil y agraviante.

Ante el esfuerzo, estoy respirando agitadamente cuando la puerta vuelve a abrirse. Entre la oscuridad, sus ojos resplandecen mientras se acerca hasta detenerse en frente de mí.

Con aversión levanta mi mentón, obligándome a mirarle. Aunque lo intento, no soy capaz de apartar la vista. Sus ojos se transforman en dos proyectores que reproducen un gran desaire en mi interior, acrecentando una ola de ira desbordante que arraza con todo.

Se atrevió a besarla, en la cocina, con un deseo carnal abominable que me esclarece, habría sido capaz de tomarla en ese preciso lugar.

Es despreciable. Y la manera en la que el rechazo se presenta en mí no es normal, ni siquiera natural. Hierve en mi sangre, en cada partícula de mi ser, haciendo temblar cada una de mis extremidades hasta el instante en el que consigo apartar la mirada.

¿Por qué mostrarme algo como eso? ¿Es real? Los demonios solo pueden dejar ráfagas de recuerdos, ahora lo sé. Y Raisa no habría permitido que Prince la besara, no de esa forma. Ella no habría accedido de esa manera. Parece como si otra persona hubiera poseído su cuerpo.

De repente, y por razones que están fuera de mi lógica, no comprendo porque estoy tan enfadado.

Aquel despreciable demonio se aleja por el mismo camino hacia la puerta.

—¿Qué diablos es lo que planean? —suelto con desdén e ira contenida. ¿Cree que sacará algo bueno mostrándome algo como esto?

Voltea para mirarme sobre su hombro.

—¿Estás molesto? —pregunta—. Por cómo te veías cuando entré, y por la forma en la que ahora luces, algo me dice que si pudieras, intentarías buscar pelea.

—¿Buscar pelea? —Una sonrisa escapa de mis labios a la vez que niego con la cabeza—. Te mataré si la vuelves a tocar.

Ciegamente estoy aceptando lo que me mostró como la realidad absoluta. No debería, me estoy dejando llevar por el enfado, como lo haría cualquier ser humano embebido en celos.

Ahora es su turno de reír, y a pesar de que no existe ninguna otra respuesta, su gesto lo ha dicho todo. Tan solo he agrandado su maldito orgullo ya que no hay nada que pueda hacer, no encontrándome de esta manera.

Me da las espaldas y con suficiencia se marcha.


RAISA

No quiero permanecer encerrada en casa. Estar así me pone muy nerviosa, y ahora que conozco de dónde provengo, creo saber la razón que me ha llevado hasta aquí.

Amando la Muerte ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora