—Es cierto que tuve mucho que ver en tu caída Shiroyama. El contrato de la editorial, fue el que utilizaron para crear los huecos legales, todo lo que necesitaban de tu empresa yo se los daba y ellos lo falsificaban con tu desvío. Yutaka consiguió los estados de cuenta, los inversionistas, él fue quien me dio el arma en caso de que necesitara defenderme de ti, qué ironía, ¿no? —Explicó con los brazos cruzados—. Sin embargo fue él quien hizo el plan, fue él quien me dijo qué hacer, fue él quien me enseñó la foto de Kouyou —se detuvo y suspiró. Parecía estarse conteniendo para no tener un ataque de ira—. Y fue él quien le dijo a Manabu que me sacara del país. Ahora él también está prófugo y yo puedo seguir el resto de mis días aquí, viviendo en el infierno —terminó sentándose en el sillón más próximo.

Yuu alzó las cejas—. Wow, no creí que podíamos hablar como personas civilizadas —movió los dedos sobre la pantalla del celular sin que Takanori lo notara—. Me di cuenta que tenías razón, no hay tratado de extradición, no puedo molerte a golpes y hacer que regreses a pagar por lo que hiciste y además, declares en contra de Yutaka. En realidad lo más sano sería que yo regrese, me haga cargo de lo que es mío y ustedes dos no reciban ningún castigo —comenzó a caminar por el departamento sin alejarse mucho de la vista del editor pero dándole la espalda—. Así todos ganaríamos después de todo lo que nos hicieron pasar —bufó.

Takanori se acomodó en el sillón—. Ustedes también nos hicieron mucho daño, no quieres creerte la víctima y no parece que tengas mucha opción, si quieres volver a Kouyou. Creo que es un trato bastante justo —se burló ligeramente.

—Tal vez, y tal vez no haya tratado de extradición Takanori, pero eres ilegal en este país —dijo finalmente girándose a verlo con rabia—. Eso es lo que no había visto antes, no pueden regresarte a Japón por lo que hiciste, pero lo harán porque tus papeles son falsos. En el momento en que se revise tu caso, se darán cuenta que tienes una orden de aprehensión y no te darán asilo, puesto que no es político —sonrió de lado, mientras al editor se le escapaban los colores de la cara.

Se levantó bruscamente mirando de reojo la puerta, pensaba en una manera de escapar y que Yuu no lo detuviera—. Es imposible, si tu haces la denuncia sabrán que estás aquí ilegalmente, te deportarían de igual forma y aunque la policía esté resolviendo el caso aún eres un fugitivo —tartamudeó.

Yuu sonrió ampliamente—. Y, ¿quién dice que estoy aquí ilegalmente? De Francia a Colombia no hay problema en viajar con mi verdadera identidad, no hay tratado de extradición —chasqueó la lengua, levantando el celular y colgando la llamada que tenía en curso—. No pienses en escapar, la policía está afuera. Yo gané —dijo finalmente.

Sonó el timbre y una voz profunda llamó a Takanori por su nombre falso.

—Tienes dos opciones —Yuu se apresuró a decir—. O te deportan y cargas con toda la responsabilidad del fraude y lo que le hiciste a Kouyou o, dejas que te ayude en el proceso de deportación, regresamos a Japón y declaras en contra de Yutaka. Por supuesto pagando por lo que hiciste en primer lugar —volvieron a tocar—. Te sugiero que decidas rápido —sonrió.

Takanori sudaba, se había levantado como resorte al escuchar a la policía del otro lado, estaba atrapado, a menos que ayudara a su peor enemigo, a la persona que le había arrebatado todo. La persona que había arruinado su vida, le estaba ofreciendo una solución.

—Parece que tenías todo pensado —suspiró abriendo la puerta y encarando a tres policías de migración.

—Desde el principio —dijo satisfecho, dándole a entender mucho más.

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Tardó tres horas en salir de la oficina de migración, al parecer sería un proceso largo y tortuoso devolver a Takanori a Japón, tiempo que no quería gastar pero que era necesario. Tampoco hizo mucho por salir antes, dejó al editor encerrado y él volvió caminando a su departamento, algo que le tomó otra hora y media.

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