Recuerdos de un criminal

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Historia basada en los crímenes de Jack el destripador

En una mecedora, con la mirada pérdida en una de las paredes de la habitación del sanatorio, en el que lentamente transcurre sus días. Nunca imaginó después de tantos años poder seguir vivo.

La fortuna le guardó un triste desenlace como pago de sus crímenes, merecido o no, era un final que no deseaba ni al más odiado de sus enemigos.

Con dificultad se levantó, su edad ya no le dejaba moverse con tanta libertad, alcanzó la puerta para tocar tres veces la campanilla. El enfermero lo miró con el mismo hastío de siempre, las risas y burlas del hombre a su lado se escucharon junto a la orden de dejarlo salir.

Cada pequeño paso era acompañado por un empujón, ironía al contar tres caídas, y con la última el deseo de reír se materializó.

Los hombres lo alzaron obligándole a caminar, pero para sorpresa de ellos ya no había razón de ir al lugar donde quería llegar. El enfermero lo soltó rápidamente al percibir como sus zapatos eran salpicados por el orín del anciano. La maldición solo acentúo la carcajada, y con esta llegó un golpe y luego otro, tantos hasta que escupió uno de los pocos dientes que le quedaban.

Suspiró para toser manchando el suelo con su sangre. Con calma pasó sus dedos sobre el líquido carmesí, cerró los ojos para rememorar con el aroma metálico la sensación de poder que en algún momento tuvo. Aquella que lo hacía sentirse vivo.

CAPITULO 1.

Corrió por la adoquinada calle del centro de Londres, el reloj pronto marcaría con sus campanadas las siete en punto y llegar tarde de nuevo equivalía perder la única posibilidad de llevar un buen mercado a la mesa.

Recuperó el aire para ubicarse en la larga fila de los obreros que timbraban la tarjeta, el capataz lo observó, acercándose con cara de pocos amigos. Antes de llegar, la algarabía junto con la sirena del carro de policía, llamó su atención. El grupo de personas que pronto se agolpó frente al callejón lo distrajo para en tropel ubicarse en primera fila.

Su jefe le indicó el cuerpo que era dibujado por uno de los más famosos retratistas de la época, pero también la cámara que fotografiaba el cuerpo y la cara de quien parecía era una mujer.

Alejándose del grupo siguió disimuladamente a la pareja de policías que comentaban lo ocurrido.

Encendió un cigarrillo para escuchar la información que el encargado quería. Así supo que se trataba de Polly, una de las más reconocidas prostitutas de la zona, ya que sus clientes en ocasiones le pagaban con licor. Sabían que su esposo la había abandonado quitándole a sus cinco hijos. Si lo veía objetivamente, su muerte fue un regalo para la familia.

—¿Algún otro indicio?

El menor negó con la cabeza, el inspector lo envió de regreso a la comisaría mientras daba vuelta para observar por última vez el cadáver. Escasamente alcanzó a bajar la cabeza y seguir su camino como un transeúnte más.

Gélida Crueldad - Cuentos de crímenes realesDär berättelser lever. Upptäck nu