El silencio volvió a inundar el lugar, sin embargo, no era un silencio incómodo y molesto como el anterior, este era de alguna forma, mucho mejor.

Lisa y yo permanecimos observándonos a los ojos, diciéndonos silenciosamente cuanto añorábamos estos momentos juntas.

—¿Sabes? Extrañaba esto —murmuró ella, en cuanto yo volví a tomar asiento en el suelo—. Te extrañaba.

—Yo también te extrañé mucho, Lisa... Enserio. 

Sonreímos al mismo tiempo.

Lisa volvió a pasar sus ojos por todo mi rostro, esta vez, detallándolo desde una perspectiva diferente.

—Te ves hermosa —fue el susurro que salió de sus labios.

«Oh Dios, no puedo creerlo»

Llevé ambas manos a mi rostro, en un intento por ocultar el gran sonrojo que había provocado.

«Después de tanto tiempo, ella aún tiene el poder de hacerme sonrojar así.»

Ella sonrió con ternura, sus labios formando esa sonrisa que tanto había deseado ver todo este tiempo. 

—Y veo que te dejaste el cabello castaño —añadió, inclinando su cabeza ligeramente—. Sigue siendo largo, y lindo. Me gusta.

—Sí —murmuré con una pizca de nerviosismo—. Tú lo dejaste crecer... Y ahora es rubio —dije, observándola a ella esta vez.

Aún sin borrar su sonrisa, asintió con entusiasmo.

—Te dije que lo haría, ¿no? No sé cómo no me reconociste.

Un recuerdo de nuestra infancia, días antes de que ella se fuera, llegó a mi mente.

—¡Rápido, Rosie! —una Lisa pequeña, con el cabello castaño y corto, me animaba a continuar en la cima de una colina.

—Ya voy, ya voy —había dicho yo, pequeña y con el mismo corte de cabello que mantenía hasta la actualidad—. Sabes que no puedo correr tan rápido. 

Esa misma semana, recordé, había tenido una lesión en el tobillo a causa de un tropezón en el parque con una piedra que no había visto, por lo que no podía moverme demasiado.

—Oh, sí. Lo siento —la pequeña Lisa corrió hacia mí y me tomó de la cintura, ayudándome a subir lo que restaba de la colina—. Ya está —murmuró, una vez estuvimos arriba—. Vamos.

Caminando lado a lado, nos adentramos en una pequeña casa de madera que el padre de Lisa había construido para nosotras, y tomamos asiento en el suelo. La de cabello cortó sacó unas cajas que estaban aisladas en la esquina y de ella sacó lo que parecían ser dos muñecas de trapo incompletas.

—¿Qué es eso? —pregunté.

—Son muñecas de trapo.

—Pero... Lisa, no tienen cabello. ¡Ni ropa!

Dirigiéndome una mirada, Lisa rió.

—Eso lo sé, tontita.

—¿Entonces cómo vamos a jugar? 

—No vamos a jugar con ellas.

—¿Ah no? —inquirí, completamente confundida—. ¿Y para qué las trajiste aquí?

—Porque nosotras vamos a hacer su ropa y su cabello.

—¿Nosotras? —abriendo la boca en asombro, recibí una de las muñecas que Lisa tendía para mí—. ¿Cómo? 

Promise┊Chaelisaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن