Dulce pecado

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Seis meses después...

Intentamos ser buenas personas, nos esforzamos en serlo y damos lo mejor de nosotros en ser buenos. Pero a veces, incluso los mejores esfuerzos no son suficientes. A veces no importa cuanto te esfuerces igual te puedes equivocar. A veces eliges equivocarte, eliges hacer algo mal porque te hace sentir bien. No piensas en las consecuencias o a quién lastimas en el camino. No quieres ver los daños colaterales de tus malas decisiones porque al ver tales daños todo se vuelve real y tu egoísmo te golpea en la cara. Yo no puedo evitar ver todos los días el daño causado por mis malas decisiones, no puedo evitar sentirme mal y sin embargo no puedo parar. Digo que no va a volver a suceder pero sucede, pasa otra vez y no lo puedo detener. Es como un tren sin control, un volcán en erupción. No lo puedo parar. No importa cuanto lo intente no se detiene.

-Estoy condenada al infierno.

Yo no me puedo detener, todas veces que sucede me miento diciendo que será la última vez, que no lo volveré hacer. Pero lo hago, me escabullo en silencio de mi casa a pesar que no hay nadie cuando salgo pero de alguna forma siento que también estoy traicionando a mi hogar. Y en el camino hasta su casa me repito que eso esta mal, yo sé que esta mal y sin embargo sigo manejando hasta su casa y cada vez el camino hasta su casa me resulta más fácil. Salir de su cama es lo que sé esta volviendo un problema. Pararme e irme en silencio se esta volviendo una tortura, porque sé que a él le duele cuando hago eso. También sé que le duele que no le diga te amo. Hay tantas cosas que hago que lo están lastimando. Hay tantas cosas que él hace que me lastiman a mí. Somos un desastre, en este punto estamos más allá del caos.

-No solo condenada, hay un trono en el infierno con mi nombre.

La primera vez fue aquella mañana cuando él me dijo que me amaba. Lo besé y terminamos teniendo sexo en su auto, no fue nada romántico porque yo no estaba buscando romanticismo, lo estaba buscando a él, él era todo lo que yo quería en ese momento y lo obtuve, cada parte de él. Después de eso el viaje hasta mi casa fue incómodo y tuve que morder mi labio para tratar de no llorar. Cuando llegué a casa lloré en la ducha mientras trataba de eliminar lo que había hecho, como si el agua y el jabón retrocedieran el tiempo y evitarían lo que yo hice. Pasé horas en la ducha, tratando de borrar los rastros que sus caricias dejaron en mi piel, tratando de eliminar su aroma y los recuerdos pero no lo conseguí.

-Un trono que se construyó con todos los pecados que he cometido.

La segunda vez paso unas semanas después, el día de mi cumpleaños. Yo lo había estado evitando. Le dije que no quería saber nada de él, lo culpe por lo que pasó aunque yo soy tan culpable como él pero en ese momento no quería asumir mi culpa porque eso solo hacía crecer mi dolor y el remordimiento cada vez que Jaime me tocaba o me decía que me ama. Así que en ese momento fue más fácil culpar a Sebastián.  Pero el día de mi cumpleaños llegó y me organizaron una fiesta, Sebastián estaba ahí, por supuesto que él estaba. Me sonreía con descaro e incluso me dijo frente a Jaime que le guarde un baile ¿Cómo se atreve? Jaime es el único inocente en toda esta situación, Jaime no se merece lo que le estamos haciendo. Yo sabia todo eso y sin embargo seguí a Sebastián a un lugar apartado dónde él me dio mi regalo y dejé que sus caricias me hagan sucumbir al dulce pecado. Dejé que sus besos me hicieran olvidar lo que esta bien y lo que esta mal. Junto a él olvido mi moral, mis creencias, junto a él lo olvido todo.

-Un dulce pecado...

La tercera vez paso solo dos días después. Aún tenía el recuerdo de lo que sucedió el día de mi cumpleaños fresco en mi mente, aún no podía ver a Jaime sin sentir ganas de llorar y pedirle que me perdone. Sin embargo volví hacerlo. Esta vez paso en casa de Rafael, él había hablado con Paula y estaba tratando de asimilar todo lo que ella le dijo, había estado bebiendo y se lo veía muy mal, necesitaba a sus amigos. Para Kate toda esta situación era muy difícil y no quiso venir a la casa de Rafael, Ciara se quedo con ella porque intuía que algo estaba pasando. Mila estaba de viaje y Henry con Maise. Solo quedamos Sebastián y yo. Ambos fuimos a la casa de Rafael y lo acompañamos en su pena, bebimos un par de tragos y escuchamos lo que él tenía que decir aunque la mayoría de cosas eran incoherencias. Cuando Rafael se quedo dormido lo llevamos a su habitación y lo dejamos en su cama. Sebastián y yo nos quedamos en la sala sin saber que decir o hacer, la tensión entre los dos era demasiado fuerte. No recuerdo quien dio el primer paso, no recuerdo quien comenzó  todo, solo recuerdo sus labios sobre los míos y sus manos recorriendo mi piel. Me sentía tan bien entre sus brazos y no quería parar. No querías que él se detenga. Quería más, necesitaba más, me sentía como una adicta que había estado en rehabilitación y había vuelto a probar su droga favorita. Sebastián es mi droga, soy adicta a él.

Por favor, no digas que me amas ✔Where stories live. Discover now