IV

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Desperté en un extraño espacio. Era completamente oscuro, pero no de forma normal. La oscuridad que me rodeaba era cambiante, parecía tener vida propia. Y me rodeaba por completo. Agobiandome, asfixiándome e invitándome a ser una mas en su continuo movimiento. Cogiéndome por las manos, enredándose en mis tobillos y revolviendo mi pelo sin darme tiempo a reaccionar.

De repente, algo de color pareció removerse entre las sombras y se escuché una burlona risita.

«¿Quien es?» Quise preguntar, pero mi voz no consiguió salir.

Proferí algunos mudos gritos antes de rendirme por completo. No podía más. Era imposible luchar contra algo que no podía ver. Algo que no te permitía ver. Algo que te sumía en su oscuridad.

Volví a escuchar esa risa burlona, pero esta vez me di cuenta de que era muy familiar. Tanto como yo misma, pero algo más siniestra.

Pero, si no recordaba casi nada ¿como era posible que algo me resultara familiar? Y más importante, ¿cómo pasaba esto? ¿Estaré en el infierno? Demasiadas preguntas sin respuesta.

Interrumpiendo mis divagaciones, solo me dio tiempo a cubrirme la cara cuando algo me embistió. Me placó de tal forma que caí al suelo al instante, golpeándome la cabeza.

Mientras intentaba salir de mi aturdimiento, escuché con claridad la risa.

Pero me di cuenta de algo. Esa risa, era la misma que la mía. La misma forma, los mismos tonos. Incluso esa peculiar forma mía de parecer que me asfixiaba, todos característicos de mi persona. Pero ese tono siniestro que había escuchado antes no se iba.

Lentamente, abrí los ojos de golpe. No podía ser, nadie más podía tener mi risa.

Y entonces la vi. Sentada a ahorcajadas sobre mí, una figura que brillaba en la oscuridad. Un toque de color rojo brillante en medio de la oscuridad;casi como brillase, iluminando su alrededor. Incluso su piel parecía rezumar una tenue luz rojiza. Todo menos su cabello.

Su cabello negro caían sobre su rostro como una cascada, tapandoselo mientras reía sin control. Llevaba un largo vestido rojo, con una gargantilla en el cuello.

-Hey, has perdido facultades- dijo en medio de su festín de risas, que comenzaba a hacerse molesto.

Como vio que no decía nada, volvió a la carga.

-Ya lo ves, sin mi estas perdida. - comenzó a parar de reírse, pero sin conseguirlo del todo- Por favor, ¿has visto como gritabas como una desesperada? ¿tenías miedo de la oscuridad? Pobrecita.

Se inclinó hacia delante y se apartó el pelo de la cara.

Y ahí es cuando lo vi. Esa chica tenía mí cara. Tenía mi figura, tenía mi voz y mi risa. Era una copia mía. Excepto por dos cosas: su pelo y sus ojos.

Su pelo color carbón y sus dos ojos  rojos. No eran como los míos, cada uno con su propio color.

La miré con horror contenido, aunque parece que no conseguí.

- Ooooh ¿a qué viene esa cara?- preguntó con una mueca divertida. De un momento a otro, se convirtió en asombro- Ay dios, no me digas que te has olvidado de mí.

Sonrió como una verdadera psicópata y se inclinó hacia delante, quedándose así a centímetros de mi rostro.

Esa acción hizo que saltaran todas mis alarmas, me entró pánico e intenté darle un cabezazo, a lo que ella se echó hacia atrás esquivándolo y se apartó de encima mío.

En cuanto estuve libre, eché a correr lo más rápido que pude a través de esa oscuridad. Solo miré un momento hacia atrás, recibiendo una imagen de "la otra yo" mirandome con una sonrisa de lado algo inquietante.

Corrí todo lo que pude durante no sé cuanto tiempo, hasta caer desfallecida y desmallarme en medio de esta extraña escena.

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⏰ Última actualización: Feb 28, 2015 ⏰

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Una historia a la lumbre de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora