epílogo.

835 145 76
                                    

Love you more than everything.






  Hojeabas el libro de literatura inglesa, mientras que todos en la clase hacían un silencio absurdo, estaban en un examen, y te encontrabas de ese lado del escritorio, donde debías evaluarlos, pasaste tus ojos por cada rostro de cada alumno, algunos parecían concentrados, otros parecían querer llorar, y otros simplemente esperaban a que el timbre sonara para entregar la hoja en blanco. Esto último era algo desesperanzador, pero no podías hacer nada más que elevar las esperanzas de tus alumnos y pedirles que por favor estudiaran para la próxima.

Habían pasado cinco años, tu cabello ahora estaba corto y tenías más tatuajes de lo que podías pedir, tu sonrisa parecía estar renaciendo ante cada pequeño acontecimiento y tus inseguridades solamente se habían reducido a las típicas de un adulto, porque eso eras, y la mejor parte de seguir teniendo una vida de mierda, era Gerard.

El profesor de artística que veías pasar por el pasillo frente a la puerta del aula, el mismo que te miraba y levantaba una de sus manos, saludándote, luego te guiñaba un ojo y te mandaba un beso, el mismo Gerard que seguía sonrojándose, seguía siendo la mejor parte de volver a casa, seguía siendo la mejor parte de tu vida, y querías creer que también lo eras de la suya.

Él estuvo en cada decisión importante que habías tomado, como haber comenzado una carrera de cuatro años en la universidad, si no fuera porque Gerard estuvo contigo incluso a las tres de la mañana cuando llorabas porque no sabías qué demonios hacer con tantos exámenes, probablemente seguirías trabajando en la biblioteca por siempre. Lo cual no era malo, pero sí aburrido.

Podías hacer una lista ridículamente larga de todo lo que logró Gerard en ti, y cuando se lo agradecías, él negaba y decía su típico “lo hiciste tú, Frankie, yo sólo estuve ahí.” Por dios, como si estar allí fuera poco, para ti era demasiado, era más de lo que podías desear, Gerard lo era todo.

Y luego de que Gerard cruzara frente al aula en el que estabas, te quedabas con una sonrisa boba en el rostro, intentando borrarla y fruncir el ceño a cualquier alumno que se burlara de ti con su mirada de puberto.

Luego simplemente se encontraban en el pasillo, te diría “¿como estuvo su día, profesor de literatura?” caminaban hasta la salida, fingiendo ser un par de buenos colegas –por las absurdas políticas de ese instituto de cuarta allí en Summit- y luego reían al estar en la calle y al tomarse de las manos, se sonreían y se daban un suave beso antes de subirse al auto que posiblemente no era el mejor ni el último modelo, luego harían unas paradas hasta llegar al departamento; algunas veces Gerard te pedía que pararas en la florería, porque quería girasoles, cuando tú preferías tunas pequeñas. Él se burlaría de ti diciendo que las plantas que te gustan, describen como eres.

Pequeño y espinoso.”

Y sonreirías estando en el auto, viéndolo oler al girasol mientras colocaba alguna canción de Bob Dylan en el estéreo, cantaría y desafinaría, harías una mueca de asco solamente porque la canción es más cursi de lo que puedes soportar, él te ignoraría y colocaría una mano en puño cerca de tu boca, y diría algo como “¡Canta, Frankie, el público lo pide!” y cantarías y te equivocarías en la letra, solamente para escucharlo reír.

Porque amabas escucharlo reír.

Llegarían al pequeño departamento, él dejaría al girasol en un vaso con agua cerca de la ventana, porque decía que los últimos rayos del sol son los mejores, lanzaría en cualquier sitio su portafolio y te miraría coqueto, debías cerrar la puerta antes de que él se acercara y besara descaradamente tus labios, haciendo que los chasquidos sonaran contra las paredes, tocándote en lugares sensibles mientras que caminan torpemente por el pasillo hasta la habitación, algunas veces el baño, otra veces el sofá.

Lo harían por la simple excusa de Gerard: “te extrañé mucho hoy”, y luego bajaría sus besos por todo tu pecho hasta tu ombligo, algunas veces serías el activo, otras veces recibirías, aunque realmente no te importaba demasiado, era algo más que tener el control, para ti los sentimientos que tenías por Gerard, y los suyos por ti, hablaban su lenguaje propio entre las sábanas, usarían sus cuerpos para demostrarlo.

Terminarían compartiendo un cigarrillo luego, desnudos, él siempre dejaría besos sobre tu cuello mientras que te tocaba dar las caladas, luego eras tú el que debía dejar besos sobre él, mientras que fumaba mal el cigarro. Siempre te reirías de que no sabe fumar.

Y siempre que daban las ocho de la noche, él te diría que tiene hambre o posiblemente sería al revés, buscarían cualquier cosa comestible en el refri o saldrían a comprar tomados de la mano mientras que hablan de cómo les fue en el día, él se sentiría celoso de cualquier persona en el mercado que posara sus ojos por más de cinco segundos sobre ti, y lo besarías frente a esa persona sólo para hacer que Gerard se calle y se sonroje.

Algunas veces tendrían pequeñas discusiones que no pasan de los “te odio” no ciertos de Gerard  y de tu risa de burla si él decide mandarte a dormir al sofá, le dirías “sí, al carajo, total, tú roncas”, entonces te irías a dormir sólo, y él luego, a media noche se metería al sofá, y te diría algo como “es mentira, yo no ronco”, dejarías un beso sobre sus labios y se dormirían abrazados hasta que sea de día.

Y cuando Gerard decida que necesita 'tiempo para hacer sus cosas de artista', te sentirías algo ofendido al ver que no quiere estar cerca de ti y saldrías a dar un paseo, enojado, patearías piedras en el camino –si es que no sales con el auto-, pero luego frenarías frente a alguna tienda y verías alguna cosa que te recuerde a él, entonces pensarás “a Gerard le gustará eso”, entrarás, comprarás loquesea y caminarás de nuevo a casa, olvidando tu enojo, regalándole aquella cosa, él estaría hecho un desastre por toda la pintura en su ropa, rostro y cabello, pero te sonreiría y besaría tus labios, él ama los obsequios.

La vida simplemente no era buena, o mala, estaba en orden. Te daba lo que querías, lo que podías soportar, sabías que era llevadero porque Gerard estaba a tu lado. Y como habían prometido una vez, frente al altar, estarían juntos hasta que la muerte los separe, porque por lo pronto, la vida los quería juntos.

Y estabas más que bien con eso.



end?

modest mouse. » frerard.Kde žijí příběhy. Začni objevovat