Hora Veintitrés

67 2 3
                                    

Oxígeno, intravenosa, analgésicos, pasillos blancos que olían a desinfectante y ojos, muchos ojos que te invadían, que te revisaban y que se apresuraban a intervenirte. Tú y yo sabemos que hicieron hasta lo imposible por rescatar tu vida, por reparar tus heridas, por subsanar los desgarres y el caos de tus órganos, sin embargo, albergaste demasiadas balas y te hicieron mucho daño. Antes de que te sedaran pudiste verme finalmente, sentiste entonces el apretón que había sujetado tu mano por más de dos horas. Sé que te invadió un temor inconcebible ante mi presencia y que tus pensamientos dirigieron una última súplica al cielo, me consta que no querías morir sola.


Sólo querías vivir, regresar una navidad a casa, abrazar a tu madre, besar a papá, decirle a Marco que lo amabas, platicar con tus amigas, terminar tu maestría, casarte enfundada en un vestido primoroso, criar un par de ítalo-españoles ruidosos y sanos, caminar por la calle, cocinar, beberte una copa de Chardonnay, subir a la montaña, meter los pies al mar, reír a carcajadas, darte un baño con agua caliente y respirar.


Siendo las 23:59 horas dejó de palpitar tu corazón. No hubo nada elegante ni solemne en tu muerte. Ni siquiera tuviste la oportunidad de despedirte de tu mundo dignamente.


Olivia Martínez, veintiocho años, nacionalidad española. Causa de muerte: hemorragia interna producida por cinco impactos de bala.


Seguramente querrás preguntarme por qué no lo impedí. No estaba en mis manos hacerlo.


Te pedí que no te asustaras cuanto tu espíritu se desprendió de tu cuerpo. Lanzaste una última mirada alrededor del quirófano y comprendiste que allí ya no había nada para ti. Mientras avanzábamos te fuiste sosegando y la pena se desvaneció. Cuando te señalé el camino, asentiste segura, tomaste mi mano y preguntaste mi nombre. Charlamos y no nos soltamos hasta el final de nuestro trayecto.


Contigo perecieron 136 personas en una noche que parecía no tener fin. El mundo entero se sumió en un estado de conmoción, de profunda tristeza y de solidaridad. No voy a mentirte, tu partida abrupta, injusta e imprevisible causó muchísimo dolor. Nada volvió a ser igual ni en París ni en ningún otro lugar. El vacío, la tragedia y la desolación embargaron a quienes, hoy por hoy, te siguen echando de menos. Por ti, por tu recuerdo, por todo lo que fuiste y quisiste ser, cada 13 de noviembre, se encienden velas blancas, en España, Francia e Italia. Fuiste una mujer muy amada y tu memoria no se extingue, es una llama que no se apaga.




Para ti. Vuela... libre, feliz, eterna. Hasta el reencuentro.

El último díaWhere stories live. Discover now