El último día

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Desde que naciste estuve a tu lado; en tu primer llanto sostuve tus deditos arrugados y finos, en tus primeros pasos dirigí tus caderas y te regalé equilibrio, en tu primer día de escuela aligeré el peso de aquella mochila tremenda atiborrada de libros. Te vi ir y venir, contemplé tu crecimiento, tus primeros logros, tus primeros sueños, ese primer beso que te hizo sentir vértigos y, con el paso inclemente de los años, te observé, orgulloso, convertirte en una mujer excepcional. Fue mi misión ser tu guía, la luz en momentos de penumbra, la voz de tu conciencia y la fortaleza que no sabías que tenías. Estuve ahí en todos esos años y estuve ahí también en esas veinticuatro horas que sirvieron de antesala al momento en el que finalmente nos conocimos.

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