CAPÍTULO 11

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CAPÍTULO 11


Me resulta difícil permitir la llegada de CO₂ a mis pulmones; es decir, mi metabolismo ha sido afectado y alterado por influencias perjudiciales. Esto provoca que me vea obligada a buscar desesperadamente una molécula de aire. Alioth parece empeñarse en asfixiarme.

Con el espacio corrompido por su cercanía, intento recobrar los sentidos. Él acaricia nuevamente mi rostro, y las expresiones deben revelar la impresión, la cual, de manera apresurada, trato de ocultar. Soy una extraña en su territorio, simulando un falso interés por el arte del comedor. La inestabilidad de su contacto me hace pensar que estoy viviendo un ensueño; sin embargo, su fresco y breve rozamiento termina.

Ahora me sumerjo en el eco de cubiertos y sillas resonando en el salón. Entonces carraspeo y al mismo tiempo froto mis brazos para calmar los temblores y entrar en calor.

—¿Señorita?

Escucho el uso de un español adecuado. Volteo en su dirección con los ojos cerrados; algo en mí desea que sea él quien lo haya dicho, y por esa razón los abro. Sonrío desencantada y digo:

—Buenas tardes.

Si bien he visto antes esta cara perfecta e incluso ese séptum en la nariz.

—Es bueno tu acento. Sí, ahm, no sé por qué empezar.

«Cástor. —Oigo al aparecido resoplar—, dile que vea tu rostro, no tu trasero».

«No diré eso.»

Chillo internamente.

En fin, disimulo la urgencia de echar un vistazo a todas partes. Su voz se introduce como si llevara audífonos, diluyendo el sonido y viajando directo a la cabeza.

«Maldición Alioth.»

De un soplo y riesgoso para mi salud mental, él mágicamente se exhibe cuando se ubica a un costado del chico. De ahí cambia al segundo su atención del mozo, que me analiza a modo de aparición divina. Alioth, en cambio, se ve molesto; pese a que sé, también él comió mis curvas con esos preciosos fanales.

Soy mujer, por descontado ilusa, amo y no menosprecio esta anatomía de mi cuerpo. Tosco con el puño en la boca y ambos recuerdan parpadear, alejando sus vistas en otra dirección. No puedo no burlarme, parecen dos adolescentes.

Al instante, permanecemos uno frente al otro sin pronunciar palabra. Inicio sin pausas al preguntar a Alioth:

«¿Qué quieres que haga o diga? Esto es, un terrible error. Ni siquiera sé qué rayos hago aquí hablando con tu familiar, y a la nada, con un espectro medio chiflado que aparece y desaparece, y reaparece». Discuto intranquila el lenguaje corporal y grito por ayuda.

Pienso en tanto por el rabillo del ojo, reparo en el descentrado muchacho. Cástor no se aproxima en opulencia a la del cantante Casper. Mientras, el camarero es delgado, Alioth posee anchura de roble.

Las vastas cejas enaltecen el tono celeste en su mirada; en cuanto a su tez y cabello son suaves, el rosa en mejillas aumenta el sonrojo tras el calor. Sin embargo, a diferencia, rememoro el claro bronceado en el divo, un buen espectáculo en sus fotografías.

Recobro la compostura desasiendo toda adoración al creer, ahora el músico es más frío y pálido. Digo:

—Deseo un café doble, por favor —asiente y rasca su cuello, durante espera—. Ohm, supongo, está bien con eso.

Sonrío, en cuanto doy la espalda hacia el mural, Cástor lee la caligrafía escrita a mano alzada.

—You are powerful, sweet looking, powerful combination. That is usually malefic.

QUASAR  (Versión español) Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora