XXX. La muerte de Marat

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Llego al gimnasio sin aliento.

¿Esperanza? 

La justa y necesaria para empujar la puerta y preguntar con un hilo de voz:

- ¿Kim? ¿Estás ahí?

Creo que hay manchas de sangre por el suelo, pequeñas marcas que, en vez de construir un camino de baldosas amarillas al hogar me dirigen directamente hacia el miedo y la pérdida.

La puerta se cierra y alguien me empuja adentro, me recibe entre sus brazos y por un momento pienso que puede ser él, que todo es un sueño o una broma pesada que no tiene ni puta gracia. 

Pero no. 

- Tranquila, soy yo, MC, está en los vestuarios, de momento todo bien, ¿estás preparada? Tenemos que ser lo más discretas posibles, aunque sea de noche ya sabes que por esta zona pasa bastante gente. 

Asiento aún perdida en su abrazo. Si no estoy preparada ahora, no creo que pueda estarlo nunca.

- Vamos.

Me coge de la mano y en lo que parecen un par de pasos acabamos con la distancia que me separa de él. Cuando Kim abre la puerta puedo escuchar un gemido entrecortado, las luces están dadas y hay un bulto en medio de un charco de sangre. 

- ¡Nathaniel!

Me agacho junto a él y le fuerzo a quitar las manos de la herida. Kim le ha puesto la chaqueta por los hombros para que no sé quede frío, aún así tiembla y no para de sujetarse el costado. La sangre se cuela entre sus dedos en lo que parece un corte limpio, pero bastante profundo.

- Tienes que quitar las manos, Nath, tenemos que echarle un vistazo a esto mientras llega la ambulancia.

- ¿Ambulancia? - Esa es Kim, que no ha tardado en colocarse a mi lado con un pequeño botiquín.

- ¿No habéis llamado a una ambulancia? 

- Nadie tiene que enterarse, es un rasguño de nada.- Ese es él, sisea entre los dientes.

- ¿Espera, qué?

Busco la mirada de Kim, que se encoge de hombros ante todas las acusaciones que escapan de mis pupilas.

- No me deja llamar, y no están las cosas como para llevarle la contraria. 

- ¿En serio? ¿Has perdido demasiada sangre o qué te pasa?

Juro que si no estuviera en tal estado sería la primera en cogerle de los hombros y agitarlo hasta dejarlo seco, para ver si así se dejaba de heroicidades y otras tonterías. 

- Es muy peligros.

- Que les jodan. A ellos, a su puto cártel y al resto de sus mierdas. No vamos a permitir que estires la pata por no querer ser atendido. 

Una mano descubre la herida de su costado y me acaricia la mejilla.

- Esa boca, mi Julieta. 

- He dicho que dejes de hacerte el héroe, bobo. Vamos, intentaré cortar la hemorragia mientras Kim llama. 

- Siempre consigues hacerte con la tuya. De verdad, no sé cómo lo haces.

- Calla y déjame ver esto.

No sé que tienen los momentos de mayor angustia que son capaces de sorprendernos a nosotros mismos. La herida parecía limpia, pero no dejaba de sangrar por muchas gasas que apretase contra ella. Las puntas de mis dedos se estaba tiñiendo de rojo pero a mí me daba igual, no podía hacer otra cosa que seguir limpiando y apretando, esperando que mi chico con mirada de ámbar no cerrara los ojos.

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Kde žijí příběhy. Začni objevovat