Historias de vampiros.

Su cabello.

La rubia despampanante de la calle 10 es una modelo profesional. A veces cuando Jaime sale tarde de su trabajo puede verla modelar en el parque. Esa noche, aún rodeada de reflectores y con mucho maquillaje encima luce blanca, como lechosa, como un fantasma, o como la luna que ilumina el cielo de esa noche de octubre. Jaime nunca le había prestado atención ni hablado con ella, pero su hija quiere que le consiga un autógrafo.

Se acerca con cautela, ella está hablando con un fotógrafo, parece que está de buen humor. Jaime le pregunta si puede darle un autógrafo, la mujer acepta complacida. Para Jaime es raro lo que percibe, la rubia despide un olor ligero, pero repugnante, como a flores muertas, o como carne pasada. Entonces escucha una exclamación lejana de asombro y terror: Es el fotógrafo.

La rubia cambia su expresión, no ha terminado de firmar y ya está corriendo, algo se le cae en su carrera pero ella no regresa a recogerlo. Jaime se agacha para tomar lo que cayó y se queda pasmado: Es la cabellera rubia. Algunos mechones dorados se enredan en sus manos y Jaime siente una horrible sensación de násueas en su estómago... porque entre sus dedos han quedado algunas manchas de sangre.

Algunas horas después Jaime está en la estación de policía, completamente conmocionado: la modelo había sido hallada dentro de su auto, llevaba varios días muerta; su cráneo estaba expuesto y faltaba su cabello. Pero no era posible porque Jaime la había visto, estaba viva apenas ayer.

Cuando llegó a casa y le contó a su hija lo sucedido, ésta pareció entristecerse, tomó varios recortes de sus revistas de adolescentes donde aparecía la modelo y le hizo un pequeño altar. Jaime se sorprendió, la modelo era rubia, sí, pero estaba muy bronceada, como si hubiera vuelto de la playa. Comparada con la chica que había huido ayer era evidente que se trataba de dos personas diferentes. Y fue ahí cuando se dio cuenta de que su hija no era su hija; aún iluminada por la luz de las velas del altar se veía pálida, enferma, más blanca que la luna de octubre...