Té energizante.

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Hace más o menos tres meses empecé a salir con un grupo de seis chicos geniales, no lo podía creer; todos ellos eran la personificación del adolescente rebelde y divertido, el tipo de personas que salen de fiesta todos los fines de semana y que siempre tienen una forma divertida de pasar el rato, mientras yo era solo un chico más en el mundo. Podrán imaginar lo extraño y emocionante que fue cuando me invitaron por primera vez a al autocinema con ellos y desde ahí íbamos por las noches de un lado a otro a divertirnos.

-No deberías aceptar una invitación como esa tan despreocupadamente, y más cuando ni siquiera los conoces- me dijo mi amiga Celia, que probablemente estaba genuinamente preocupada por mí, pero en ese entonces yo sólo pensé que se sentía celosa de que esos chicos súper populares me invitaran a mí y no a ella.

El grupo estaba conformado por tres chicos y tres chicas, el mayor era Ronald, quien parecía un extranjero de veinte años muy fino y elegante, hasta su forma de caminar era algo digno de admirar: como si reclamara cada parte del suelo que pisaba como suyo, él era el dueño del Rover 200 Cabriolet negro que llevaba a casi todos los chicos a las parrandas; usualmente lo veía fumando o coqueteando con alguna chica siempre distinta cada vez.

Luego estaban Gerta y Ben, que hasta donde sé eran pareja. Ellos eran súper escandalosos y disfrutaban de contar chistes en doble sentido, la mayoría de los cuales no entendía al principio, lo que les parecía extremadamente divertido, Gerta cocinaba muy bien, y siempre me traía algún jugo o sándwich delicioso cuando nos reuníamos, ella me preguntaba constantemente si estaba bien de salud o si estaba comiendo bien. En su momento me pareció que su atención era muy dulce, casi maternal. Ben tenía una motocicleta roja en la que iba con Gerta a todas partes. Sus cascos eran de un rojo brillante, muy llamativo, llegué a pensar, mientras iban o venían en sus paseos, que parecían dos solitarios glóbulos rojos viajando por el torrente sanguíneo.

Gerta era muy amiga de Juliette, que era pelirroja y bastante pálida. Juliette parecía ser fanática del cine de horror y siempre estaba recomendándome cosas nuevas que ver, también tenía una increíble aversión hacia la sopa de ajo que daban a veces en la cafetería, aunque, ¿quién en su sano juicio querría la boca apestando a ajo todo el día?

Bram era agradable y muy inteligente, siempre que tenía que entregar un ensayo o algún trabajo complejo él me ayudaba y me regalaba trabajos viejos que él había hecho cuando estaba en la escuela, algunas hojas ya se veían amarillentas y un poco arrugadas, pero la información era siempre muy útil. El olía como a algo viejo que ha estado guardado por años, decía que era porque vivía con sus abuelos.

Todos ellos me parecían geniales, sin embargo, había una chica que me agradaba más que los demás: Su nombre era Mircalla y era definitivamente la más linda del grupo, tenía el cabello rizado y brillante y sus hermosos labios pintados de color púrpura. Amaba mucho las novelas de romance y mirar las estrellas, además su sentido de la moda era excelente, algo oscuro, pero muy bello. Siempre la veía con un vaso repleto de un líquido carmesí al que solía llamar "té energizante" en la mano, así que supuse que frecuentaba aquellos lugares donde venden tisanas o bebidas exóticas. Después de meditarlo mucho, la semana pasada me armé de valor y decidí invitarla a salir a un café.

-¿Y qué más sabes sobre esa chica? ¿Al menos es estudiante de esta escuela?

-No lo sé Celia- respondí algo fastidiado, -sólo la veo en la noche, cuando salimos, por eso la invité a una cita, deja de ser tan aguafiestas, parece que no puedes soportar que algo bueno me pase por una vez en la vida, no siempre voy a estar pegado a tí, deberías conseguir tus propios amigos para variar...- no había terminado de decirlo cuando Celia ya se había ido. Estaba claro que la había lastimado.

Historias de vampiros.Where stories live. Discover now