Cosas de la vida.

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Narrador

Después de lo sucedido ayer, Wilson se encontraba muy disperso, al igual que el mismo House, por diferentes personas, pero por el mismo motivo.
—Psst —dijo House despertando a Wilson de su mundo—, tienes un paciente convulsionando en la habitación 1038. ¿No vas a ir?
—Eeh —respondió el oncólogo confuso— ve tú, hace días que no haces nada.
House frunció el ceño.
—Ups, me toca consulta, ve a reanimar a tu paciente, anda.
—Hijo de la gran...
—¡Epa! Mi querido Wilson se hace mayor.
—Cállate House...
—Está bien, pero no te líes con Cameron en la habitación de una niña —finalizó House jugando con su bastón.
—Cómo...?
Pero Wilson no pudo reprochar nada ya que House ya no estaba.
Mientras House caminaba a paso lento hacía la clínica a tomar la consulta prometida, se topó con la peor persona de todas en ese momento: Cuddy.
—Hola —dijo él con la cabeza baja.
—Recibí tu mensaje —respondió ella sonriendo a la vez que sus mejillas adquirían un color carmesí—, gracias.
—Lo haría todo por tí, sabes que te amo —se dijo House para si mismo, a pesar de que Cuddy lo oyó.

Como respuesta a esto, Cuddy se giró y añadió:
—Realmente, que forma más peculiar de demostrarlo, Gregory.
—Lo sé Lisa; pero no puedo cambiar de repente todo lo que he escuchado y hecho en toda una vida.
—Tu mismo lo has dicho, te he dado 832 oportunidades —reprochó la decana—, y todas las has desperdiciado, lo siento Greg.
House asintió con la cabeza y se mordió el labio inferior. A continuación, informó:
—Tengo que irme a pasar consulta.
Ante eso, Cuddy se rió:
—¿En serio? —dijo, irónica y fría, al igual que el nefrólogo— ¿Ni reproches? ¿Ni comentarios inapropiados? ¿Por fin tu lado humano ha tomado control o quieres algo?
House hizo una mueca con sorna:
—Stacy era mejor que tú. Más comprensiva, más fiel, más simpática. Yo si he intentado cambiar por ella —dijo cruelmente—, pero por tí...  Nada más que un flechazo. Pero Stacy ya no está.
—No digas más bobadas de las que tocan —alguien se metió a la conversación negando a House. Era Trece, acompañada de la mano de Foreman— antes de irse, Stacy habló con Cuddy, y le contó que seguía locamente enamorada de House.
Hubo un cruce de miradas entre House y Cuddy. Él la fulminó con la mirada y ella se mostró conpungida.
—Eso no te lo puedo negar —se sinceró Cuddy—, pensé que no te importaría.
House volvió a su antiguo sarcasmo:
—Claro, no me importará que el amor de mi vida aún esté enamorada de mí.

Sin darse cuenta, el alboroto entre el nefrólogo y la endicrónologa atrajo a varias enfermeras de la sección, también al equipo; Cameron, Chase, Foreman, Taub y Thirteen rodeaban a la trágica pareja.
—House, tranquilo —Cameron fue la primera en hablar.
—¿Stacy Warner? —añadió Chase tratando de calmar el ambiente—, House, no te comas la cabeza por esas cosas.

Narra House.

Vaya, tenía a medio hospital rodeándome y a mi interés sexual delante de mí odiandome. ¿Que podría salir mal? Lo crea o no Cuddy o quien sea, estoy dolido, echo de menos a Stacy, Cuddy se fue con otro y está embarazada. No puedo con esto, no puedo ni organizar mi jodida vida.
Me dejé caer al suelo (lo cual supuso un horrible dolor en mi pierna). Respiré profundamente, alcé la cabeza y exclamé lo más alto que pude:
—Lo siento.
Un incómodo silencio se apoderó de la sala. Ni tan solo se oían otras respiraciones. Nadie se atrevía a hablar.
Pasaron segundos, o minutos, incluso horas. Arrodillado allí, sin dignidad alguna, perdí la noción del tiempo.
De un momento a otro, noté la voz de Jimmy, correspondida por la dulce voz de Allison, la cual se encontraba en su total lucidez después de lo de ayer. Las voces de mi amigo y de la niña cesaron.
Oí un suspiro. Bueno, dos, uno más profundo que el otro. Supuse de quien eran; giré mi cabeza para verlos: Wilson tenia el ceño fruncido y una mueca decepcionada en la cara. Allison se mostraba indiferente:
—Adultos... Son como bebés grandes —clavó la mirada en mí.
Mi corazón se partió en tantos pedazos que llevaría horas contarlos. Allison tenía toda la razón. Era un bebé grande que armaba dramas dignos de una telenovela en un hospital.
—¿Hola? —prosiguió la niña—, si no os habéis enterado aún, House quiere a Cuddy... O a Stacy, o a sí mismo —hubo unas ligeras risas y susurros entre los presentes. Yo seguí en silencio—  Cuddy, a Lucas, Chase, a Cameron, Foreman a Thirteen, Thirteen a Cameron, Wilson a Cameron y Cameron a Wilson.
Si antes el silencio ya era sepulcral, el nivel de silencio subió repentinamente. Ni teléfonos, ni alarmas. Era como si el mundo se hubiese paralizado.

Narra Allison.

Todo el mundo me miraba perplejo. Wilson me miraba a mí y luego a Cameron y Cameron también miraba a Wilson con una mirada, digamos, cómplice.
El resto... No expresaba nada, simplemente perplejidad.
Ja. Los adultos son tan dramáticos y predecibles... Es muy fácil jugar con ellos, ¿no?
Sonreí frívola. Por fin ganaba algo en la partida de la vida. Pero aquí no acaba el juego:
—Vosotros, sí, los empanados —dije para acabar de rematarlo—, debe haber pacientes escupiendo sangre o Dios sabe qué, ¿y vosotros aquí intentando adivinar quien quiere a quien? ¿Todo bien?
No hubo respuestas. Volví a sonreír, me encogí de hombros, di media vuelta y me largué a mi habitación con cierto aire de superioridad. ¡Gloria!

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Flashback (hace 8 meses) narrado por Allison:

Recuerdo cuando me diagnosticaron cáncer. Mi tutora legal, la Sra. Olivers, una mujer de unos 45 años, cabellos lisos y ojos verdes, únicamente dijo, literalmente «Vaya, una lástima» «Sí, que pena que no tengas sentimientos» pensé yo.
Yo realmente me encontraba hundida. Me dijeron que me enviarían al Princeton-Plaisboro. Pero aquello me hacía incluso menos ilusión que tener cáncer.
Nunca me gustaron los hospitales. Son deprimentes, tétricos y más deprimentes. Siempre he vivido con el miedo en el cuerpo de que un día me pueda tocar a mí alguna de las desgracias que he visto, entre ellas, las de mis padres. Mi turno había llegado.
—U-uh —tartamudeé—, ¿me moriré?
El oncólogo intentó poner buena cara, sin éxito:
—Hay un 30% de probabilidades de que no funcione. Por lo tanto, se estima que te quede un año, un año y medio como mucho. Te tratará el doctor James Wilson, uno de los mejores oncólogos del país. Esperamos que la quimioterapia de sus frutos.
—Bien —respondió la Sra. Olivers, totalmente inexpresiva—, Allison, ponte la chaqueta que nos vamos.
Obedecí, y de acto seguido, agarré mi chaqueta y me la puse.

Aquella noche no dormí. Me pasé toda la noche en vela escribiendo mis memorias; para dejar escrita una huella de mi vida.
Sé que suena a cliché de película mala, pero me gustó la idea.
Además, estaba triste, aparte de llorar y llorar, eso era lo único que me consolaba.
Mientras escribía rápidamente y sin ni siquiera ver si tenía faltas ortográficas, oí otro llanto, que no era mío.
Comprendí de quien era; y sonreí. O tal vez no era de nadie, y estaba alucinando.
Suspiré. En ese momento, recordé las palabras de mi madre, unas muy bellas que me dijo cuando tenía 3 años:
—El mundo no se parará por nadie. Simplemente, sigue.
Y

eso iba a hacer. Seguir hasta mi última inspiración.

Cáncer. (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora