Uno.

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Es curioso. Nunca me imaginé que encontraría a la reencarnación de Mikasa en el insituto de La Libertad, cientos de años después de mi fallecimiento. Como dije antes, supongo que el destino me dio una segunda oportunidad, aunque sea para despedirme debidamente.

Aún recuerdo el día de mi muerte con claridad.

No sentía mi cuerpo, mis dedos no reaccionaban a las órdenes que mandaba mi cerebro para que se movieran, no podía ver una mierda, mi respiración se volvía cada vez más débil y, lo peor de todo, estaba completamente solo.

La explosión me provocó sordera durante severos minutos y lo único que podía hacer era esperar por mi lenta y dolorosa muerte. Hasta que mis sentidos poco a poco volvieron, pude escuchar unos pasos acercándose. Luego, unas voces.

—¿Levi...? —una voz conocida llamaba mi nombre. Quería contestarle, hacerle saber que estaba bien, pero simplemente mi voz no quería reaccionar tampoco. Unas manos un tanto ásperas me levantaron de la nuca, pero no me resultó incómodo.

—¿Está muerto? —era la voz de un mocoso al que conocía. Lo primero que pensé al escuchar esa odiosa voz, fue en un nido para pájaros. ¿Por qué? No lo sé, tal vez el delirio del momento. En fin, la voz continuó oyéndose —Alguien dispárele en la cabeza, para asegurarnos.

Sí, acaben con mi miseria de una maldita vez.

—Está muerto. El lanza-trueno le impactó directamente en el rostro. Nadie podría sobrevivir a eso. —fue la respuesta de Hanji... si, Hanji. Definitivamente era la voz de esa loca cuatro-ojos de mierda.

Nadie podría haber sobrevivido, excepto yo. Si es que a esto se le llamaba estar vivo.

Por un momento, hubo un silencio sepulcral. Pensé que se habrían ido, dejándome solo con Hanji, hasta que la voz del mocoso volvió a hacerse presente.

—Necesito comprobarlo.

Lo que pasó a continuación ocurrió con tanta rapidez que me es difícil describirlo; sentí cómo Hanji me rodeaba con los brazos y era arrastrado de pronto, hasta caer en lo que me pareció un río, donde sentí que definitivamente iba a morir debido a la falta de oxígeno.

Pero no, mi miseria no terminó ahí. Pasé días enteros en cama con la loca cuatro-ojos intentando mantenerme con vida en un lugar totalmente desconocido para mí. Fue después de incontables días que sentí cómo la tierra temblaba y gritos de desesperación y temor inundaban el lugar.

Al parecer, Eren activó el Retumbar.

Nunca pensé que llegaría a sobrevivir para presenciar el fin del mundo. Uno puede creer que es espantoso, pero teniendo contigo a la persona correcta, las cosas no parecen tan aterradoras.

Recuerdo haberme levantado de la cama ignorando por completo las súplicas de Hanji, preparé mi equipo y me dirigí hacia el muro que poco a poco se destrozaba, dando lugar a los Titanes Colosales. Pensé que llegaría demasiado tarde, que no tenía caso llegar a un lugar donde reinaba el caos solamente para asegurarme de que mi persona estuviera a salvo.

Sí, mi persona. Aunque ella nunca lo supiera.

Mikasa se encontraba con Armin, tratando de ayudar a la gente a escapar. Yo, por otro lado, perdía sangre nuevamente debido a que mis heridas se abrieron por mi imprudencia. Estaba cada vez más débil, pero la esperanza de encontrarme con ella de nuevo me ayudó a seguir.

Y si yo fui imprudente, Mikasa lo fue mucho peor.

Justo cuando detecté en mi campo visual a la chica, me di cuenta de que no podía caminar bien. Al parecer se lastimó el tobillo tratando de ayudar a algún desconocido. Y fue entonces que noté como en cámara lenta un pedazo de muro se dirigía hacia ella para aplastarla. Y yo no me quedé a ver que eso sucediera.

Utilizando todo el gas que me fue posible para llegar con la mayor velocidad, alcancé a empujar a Mikasa evitando una muerte segura. Una milésima de segundo después, lo último que alcancé a ver fue el gran pedazo de muro cayendo sobre mi cuerpo.

Un grito desgarrador se hizo presente en el aire.

"Todo está bien ahora". Fue lo que pensé. No podía moverme, no sentía la mitad de mi cuerpo y por un momento dejé de escuchar todo el caos, hasta que sentí un tacto cálido y suave en mi mano. Abrí mi ojo derecho, pero no podía ver nada. No tenía caso.

—Levi... estúpido enano. ¿Por qué siempre tienes que salvarme? —la dulce voz de Mikasa la acompañaron lágrimas que cayeron sobre mi rostro.

Separé mis labios para hablar, pero en vez de eso, sentí en mi garganta un amargo sabor que me provocó una tos. Un hilo espeso de sangre se deslizó hacia mi barbilla. Qué asco.

— Ya deberías saberlo —alcancé a decir con voz rasposa. Parpadeé en un intento por desaparecer la oscuridad y encontrarme con el rostro de Mikasa, y milagrosamente funcionó.

Estaba llorando, nunca había visto tanta tristeza en ella y aún con la mitad de mi cuerpo bajo el pedazo de muro pude sentir cómo algo me atravesaba el corazón al verla de esa forma. Apretó mi mano entre la suya, incapaz de dejarme ir.

—Eres un idiota. Nadie te pidió que me salvaras —a pesar de sus palabras, pude notar el agradecimiento en su voz. Para mí, eso era más que suficiente.

—No me arrepiento, Mikasa... Ahora vete de aquí.

—¡No! No voy a dejarte así —Y dicho y hecho, intentó mover la gran roca para apartarla de mi cuerpo, pero seamos realistas: por más que Mikasa fuera muy fuerte, no había forma de que pudiera mover la roca, y aunque lo lograra, yo ya había perdido la mitad de mi cuerpo. Era inútil.

Levanté mi brazo con la fuerza que me quedaba para detenerla.

—Deja eso y escúchame, Mikasa —dije en voz de mandato, a pesar de mi condición. Ella accedió, y a pesar de mis incontables regaños sobre el auto-control, no pudo contener las lágrimas.

Llámenme loco, pero incluso así, entre los gritos aterradores y el cielo que se tornaba rojo, se veía hermosa.

—Tienes que sobrevivir a esto  —continué con mi pequeño discurso.—
Cuando lo hagas, por fin podrás tener una vida tranquila. Nada de Titanes, ni seres queridos al borde de la muerte...

—¡Entonces no mueras tú tampoco! ¡No me dejes sola! —estaba seguro de que me golpearía por el tono de voz que utilizó.

Lo siento, Mikasa.

Y no pude decirlo, no pude decir nada más. El dolor había desaparecido, así como todo sonido y tacto. Ya no era nada.

No tuve la oportunidad de despedirme como se debía, de decirle que la quería y que merecía ser feliz por una jodida vez en su vida.

Y por eso me enoja que este mocoso no sea capaz ni de mirarla ahora que puede.

Estábamos en la biblioteca. Yo sólo los observaba mientras ellos se dedicaban a estudiar. El yo de mi cuerpo estaba tan nervioso que no era capaz de emitir palabra. En serio, patético.

Fue entonces que encontré mi oportunidad. Comenzó a bostezar con tanto descaro, que hasta me sobró tiempo. Lo bueno de ser un ente entre los humanos, es que puedes poseerlos en el momento que se te pegue la gana.

Por primera vez en cientos de años, me sentí pesado.

Todas estas sensaciones las había olvidado. Había olvidado lo que era tener un cuerpo.

—Levi... ¿Estás bien? Me estás asustando.

Al parecer, no pude controlarme y empecé a reír con tanta malicia sin darme cuenta, que Mikasa lógicamente me miró como si estuviera loco. Aclaré mi garganta -wow, hace tanto que no hacía eso- y respondí.

—Perdón, estoy ensayando para una obra. Salió bien, ¿no?

La chica parpadeó confundida, pero se encogió de hombros y continuó con la lección, dirigiendo la vista hacia su libro.

¡Mikasa! Vete de ahí... ¡Ese no soy yo!

Cállate, maldito mocoso. Te estoy haciendo un favor.

GhostTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang