—¿Qué mierda haces ? —le reprochó Louis en un susurro, empujando sutilmente el cuerpo de su amigo hacia el borde de la cama —. Lárgate, hombre.

—¿Quieres dejar de empujarme?  ¿Qué te p-? —el sonido del cuerpo de Harry rozando contra las sábanas les acalló a ambos. Louis dejó de empujar a Oli, quien se incorporó levemente para echar un vistazo hacia el lado contrario de la cama —. Oh —los labios de Oli se apretaron en una sonrisa sutil cuando descubrió quién estaba al otro lado —. Bueno, voy a ver si... —carraspeó, levantándose lentamente de la cama —... voy a ver si los demás están despiertos, ¿me puedo hacer un café, Louis?

—Haz lo que te de la gana —simplificó Louis, observándole alejarse con cierta miradita amenazante.

—Vale —dijo Oli al llegar a la puerta, abriéndola lentamente mientras echaba un último vistazo hacia la cama —. Cierro la puerta, ¿de acuerdo?

—Que sí —Louis rodó los ojos a la misma vez que rodaba sobre la cama, hundiendo su espalda en el colchón.

Soltó un suspiro hacia el techo cuando escuchó como Oli se marchaba, cerrando la puerta silenciosamente tras él. Louis toqueteó su flequillo con sus dedos y ladeó su cabeza para mirar a Harry.

Entonces enfocó esos ojos verdes que le miraban fijamente y esa media sonrisita divertida que se curvó entre sus labios cuando Louis se sobresaltó sobre la cama.

—Joder —maldijo Louis bruscamente, apartando la mirada de Harry y pellizcándose el puente de la nariz con una sonrisa traicionera dibujándose en su cara.

—Buenos días —Harry se burló con una voz tan ronca y profunda que Louis no pudo evitar volver a buscarle con la mirada.

Él tenía las palmas de sus manos juntas y escondidas bajo la almohada, la mejilla aplastada sobre ella y las sábanas aún reliadas entre sus piernas. De su camisa se habían desabrochado un par de botones, dejando al aire unos tatuajes en su pecho que Louis evitó curiosear durante demasiado tiempo.

Tenía el pelo revuelto, los párpados caídos, y le miraba a través de sus pestañas.

Louis no pudo evitar pensar en lo bonito sería tener el placer de despertar cada día escuchando esa voz mañanera y observando esas vistas.

—¿Días? —el ceño de Louis se frunció, pero sus labios seguían curvados en una sonrisita —. ¿Estás seguro?

—No lo sé —Harry se estiró perezosamente sobre la cama mientras apartaba un rizo que caía por su cara —. ¿Qué hora es? —preguntó, echando un vistazo rápido a su alrededor y llevando su mano a la mesita de noche de su lado cuando divisó su teléfono sobre ella.

Louis volvió a rodar sobre la cama, apoyándose sobre su costado mientras esperaba a que Harry encendiese su teléfono. Mordió su labio cuando se dio cuenta de que había utilizado su cargador sin siquiera pedirle permiso.

Aunque no es como si Louis fuese a negarle algo a Harry de todas formas.

—Son las... —la pantalla brilló de repente frente a los ojos de Harry, y el tintineo de muchos mensajes acumulados comenzó a llenar insistentemente el silencio —... dos de la tarde —masculló con distracción, sus ojos analizando brevemente las letras en su pantalla mientras deslizaba el dedo por las notificaciones.

Harry se incorporó lentamente sobre la cama, apoyando la espalda contra el cabecero. Ahora sus cejas estaban arrugadas de una manera apenas perceptible, y sus ojos seguían repasando la pantalla mientras pasaba sus dedos entre los enredos de su pelo.

Louis se mantuvo en silencio, con su mano entre su mejilla y la almohada, esperando a que Harry dijera o hiciese algo. Pero lo único que termino por hacer fue morderse el labio, bloquear la pantalla y bajar la mirada hacia él.

Vegas LightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora