Parte 1

2 0 0
                                    


De los 4 faroles que habían frente al albergue Reino de Dios, solo uno iluminaba claramente la fachada, y este, a su vez, era torpemente iluminado por la luna llena que traspasaba los secos árboles de ese otoño. Ya era media noche, todas las luces estaban apagadas y solo el sonido de los carros al pasar y el viento deslizándose por las hojas hacia presencia. En una de las ventanas laterales del albergue se empezó a iluminar algo, no se sabía con seguridad que era desde afuera, pero poco a poco llenaba más y más la habitación de luz.

El silencio se volvió palpable, el viento no soplo, una densidad se fue acumulando dentro del recinto hasta que la luz innundo cadfa y las ventanas de la habitación se destruyeron, el estruendo hizo que vibrara el ultimo farol encendido, que perdió su luz al momento.

Las balas y los explosivos hacían coro en dentro del edificio y la puerta del albergue se abrió de par en par con la muchedumbre que corría para resguardarse de lo que sea que hubiese provocado el alboroto. Dentro se llevaba a cabo una operación que marcaría el porvenir de la historia cristiana, y del mundo.

-Lucy, deprisa! Ya saben que estamos aquí! – Jophiel no terminaba de pensar su siguiente palabra cuando la puerta del comedor estallo, haciendo volar astillas por doquier. Lucy y el estaban reaccionando al estruendo cuando desde afuera de la sala rebotaban unas bolas cuyo sonido metálico hizo eco en todo el salón. –Granadas. – Dijo el arcángel mirando con consternación como se acercaban. Tomo a Lucy del brazo de un modo violento, derribo una de las mesas y se pusieron a cubierto. Una tras otras, las dos granadas explotaron, destrozando las ventanas por la vibración e iluminando brutalmente el comedor del albergue de un azul celestial. Los dos muchachos corrieron y se escondieron detrás del menú de bufet, que daba hacia el interior de la cocina y tenía , mas allá, una puerta que daba justo a unos metros de la salida de emergencia.

Las ropas de lo dos estaban chamuscadas y el humo y olor a quemado empezó a inundar el ambiente. La luz de las granadas desintegraba los objetos. Los dos muchachos estaban tomando aire preparándose para huir, cuando la luz empezó a desvanecerse, Jophiel echó un vistazo ayudándose de un pedazo de vidrio roto que había caído de explosión, vio la puerta, y por un momento la saliva no le paso, sus ojos se abrieron de par en par; Entrando por la puerta, en formación de combate entraban los mensajeros y mejores guerreros de Dios, los arcángeles, sus antiguos compañeros y hermanos de guerra.

-Despejado.

-Despejado.

-Despejado.

Los tres arcángeles estaban situados en posiciones estratégicas para una ráfaga de tiro amplia, cubriendo la amplitud del salón.

-Muy bien. Hermanos, la cacería ha empezado. Si tienen oportunidad de tiro a muerte, háganlo. No los necesitamos vivo, pero es fundamental recuperar el manuscrito. – Miguel, el líder del escuadrón entro al salón encendiendo un habano. – Uriel, analiza todas las rutas, puertas y salones del edificio. Gabriel, establece línea directa con los ángeles más cercanos, que establezcan un perímetro alrededor de lugar. Rafael, invoca a los querubines.

-Lu, escúchame con atención, las personas que están tras de mí son el grupo de exterminio de Dios. Necesitamos tener mucho cuidado y hacer las cosas con sigilo. –El rostro dulce y tierno de la chica estaba cubierto de sucio y tenía la frente ensangrentada por una astilla que llego a cortarle. No dejaba de sujetar la mochila que tenía. – Ahora, vamos a movernos lento y despacio hasta llegar a aquella esquina, entiendes? Yo estaré detrás de ti.

Las radios emitían sonidos de emisión y los soldados estaban replegándose trazando un plan. Jophiel, dio una señal para que Lucy empezara a caminar lentamente por el pasillo. Ambos iban agachados y cuidando bien sus pasos. Lucy tenía la mano tapándose la boca del miedo que la invadía , la voz del arcángel dándole seguridad para sus pasos la reconfortaba. Ya habían recorrido la mayor parte del trayecto, cuando Lucy paso por alto, sea por los nervios o por la oscuridad, una cuchara que estaba en el piso. Cuando uno de sus pies dio el paso y deslizo la cuchara, el chirrido dio un sonido, mínimo, casi imperceptible. Lucy se volvió hacia su protector, quien solo pudo decir:

-Corre.

Una lluvia de balas baño todo el bufet y todos los artículos empezaron a estallar y los agujeros empezaron a dejar pasar la luz de linternas y rojos láseres que indicaban donde disparar. Jophiel tomo Lucy por el brazo y empezó a recitar un canto mientras corrían hacia la salida de emergencia.

-Fulmínenlos. – Uriel y Gabriel echaron a la carrera persiguiendo a los desterrados. – Rafa, suelta a los querubines.

Rafael termino un sello que hacía en el suelo y de el emanaron 3 criaturas con forma de lobos y caras de bebes que se reían y lloraban. – Atrápenlos. Los querubines salieron despedidos tropezando y saltando por el salón en busca de los prófugos.

-Ignitus flarium cortantis revelarus! – Detrás de los dos apareció una pared de llamas, tapándose asi la puerta de que daba al comedor, entorpeciendo el trabajo de los cazadores por un rato.

Terminaron de bajar las escaleras y dieron al pasillo principal del recinto, a unos metros tenían la salida, justo por la izquierda, a la derecha se veía el resto del camino iluminado por la luz que daba de la gran puerta abierta de la entrada, la casilla de recepción y al final estaba la pequeña capilla del lugar.

-Sígueme por aquí, hagamos el menor ruido posible. La pared de fuego los detendrá por un momento.

Se dirigieron hacia la salida, revisaron por la esquina de la puerta y vieron a una cantidad de personas que aguardaban afuera mientras los bomberos y paramédicos llegasen para atender a lo que, a simple vista parecía una explosión de una de las bombonas de gas de la cocina. Sus rostros eran tenuemente iluminados por la luz de la luna y por las llamas que se veían desde el piso de arriba.

-Debemos irnos antes de que la comisión de ángeles llegue, tenemos que escondernos y tapar nuestras huellas, los querubines son muy buenos olfateando la malicia y los planes ocultos.

-In mirad nor comtemplarus celestis. El hechizo nos cubrirá de las miradas mortales. Este es el plan: cruzaremos la calle hasta la avenida más cercana y tomaremos un taxi hasta la fuente y de ahí Di...

-No se te ocurra decir su nombre, o nos encontraran al momento.

-Claro, la costumbre. Te has vuelto más decidida, Lu.

Salieron del lugar e iban con un paso bastante apresurado, la gente a su alrededor no los notaban. Los bomberos llegaron y como expertos que son, iniciaron el protocolo de despeje y de apagado, en el momento que empezaban a desplegar la manguera, una explosión sacudió el lugar y las llamas llegaron a casi besar los arboles de alrededor, que empezaron a encenderse y a quemarse. Lucy se dio un giro rápido mientras caminaban y vio como ángeles empezaban a llegar del cielo, en búsqueda de ellos.

Ya habían pasado unas cuatro cuadras, entrando a uno de los barrios turísticos de la ciudad. Jophiel tomo el agua de un charco de la calle, dio una palabras, el agua en sus manos empezó a brillar y mientras se lavaba el rostro, el sucio y su ropa empezó a cambiar y estaba como nuevo. Recogió un poco más de agua y empezó a lavar a Lucy, quien empezó a sanar y a limpiarse.

-Si llegases a usar tus poderes, nos encontrarían en el momento. Solo a un loco se le ocurriría realizar milagros o maleficios demoniacos a unas cuadras del vaticano.

Desvaneció el hechizo y con un ademan de manos, hizo señal de stop, en lo que un taxi se detuvo.

-Buona notte giovani amanti. Dove posso portarli? –Decia con alegría un hombre bigotón y regordete.

Los dos entraron rápidamente en el auto y Jophiel daba órdenes al viejo taxista.

-Dobbiamo raggiungere la Felice Fonte d'acqua il prima possibile. -El hombre asintió y con una sonrisa se puso en marcha.

Lucy miro en todas las direcciones de las ventanas en búsqueda de sus cazadores. Al pasar las calles y ver como alejaban más y más del lugar donde fueron atacados. Se relajó en el asiento y dio un suspiro de paz. Miro un momento a Jophiel quien veía por la ventana y susurraba cantos celestiales. Volvió de nuevo en sí y a todas estas no había ojeado ni por un momento el tesoro que llevaba en su mochila. Deslizo el cierre con cuidado y dentro, destellaba el brillo del acuerdo que recubría a los lados un viejo y gastado manuscrito, en la inscripción decía en un hebreo muy antiguo: Evangelio de Jesús, el de Nazareno. 

LucyWhere stories live. Discover now