—Si el muchacho quiere enfocarse en sus estudios es lo mejor, ya después podrá ser la incubadora de quien quiera— gruñó su respuesta, retomando su lectura interrumpida.

—¡Cielo! No puedes decir eso de tu propio hijo— habló alarmada por las palabras de su esposo, volteando su rostro ahora en dirección a su pequeño— Cariño, no hagas caso a todo lo que papá dice, él- —

—No te preocupes mamá, ya debo irme, se me hace tarde— la interrumpió, conteniendo su enojo. Su padre era un completo idiota, ya lo sabía, pero no quitaba el hecho de que tuviera alguna esperanza en ver un cambio.

Se paró de la mesa dejando parte de su desayuno en ella. Lo mejor era irse antes de tener otro disgusto y empeorar su día.

—Espera cariño, no olvides tu almuerzo— le recordó su progenitora tomando un bentō envuelto en una pañoleta azul y entregándoselo.— Disculpa a tu padre, él realmente no quiso decir eso— habló con la preocupación reflejada en su rostro.

—No tienes que cubrirlo mamá, no me interesa lo que diga. Gracias por el bentō, nos vemos después— le dio un beso en la mejilla y partió hacia su destino.

 Gracias por el bentō, nos vemos después— le dio un beso en la mejilla y partió hacia su destino

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Llegando al colegio, se sorprendió de lo grande que era. Sentía que podía perderse entre tanta edificación, por suerte le quedaba a 15 minutos de su casa y era madrugador.

Entró por las grandes puertas y comenzó la búsqueda por encontrar su salón. Pasado un rato, al fin llegó al lugar. Tuvo que recorrer varios pasillos antes de dar con el, pero  todavía era lo bastante temprano.

Entró a su salón y este aún se encontraba vacío. No le sorprendía, siempre solía llegar primero que todos y eso le gustaba porque podía escoger el asiento que le diera la gana, terminando en el último de la esquina junto a la ventana. Lo que menos quería era destacar mucho, aunque eso siempre le había sido algo difícil. Era muy bueno en los estudios y deportes, haciendo que fuera el centro de atención la mayoría del tiempo. Pero este año quería tener un perfil bajo.

Pasados algunos minutos, iban llegando los demás. Cuando el maestro correspondiente entró, sonó la campana que avisaba el inicio de las clases.

—Buenos días alumnos, mi nombre es Mumen, seré su profesor de Historia, espero nos llevemos bien— se presentó con una sonrisa.

Se fueron presentando uno a uno para luego dar comienzo a la clase.

Genos anotaba todo lo que creía importante y le fuera a funcionar en el futuro. Dio un suspiro y miró lo que explicaba su profesor, tratando de ponerle la atención debida, hasta que se oyó cómo la puerta era abierta de forma brusca, haciendo que sus ojos se dirigieran a dicho lugar.

Un niño de cabellos negros entró agitado y con el uniforme algo desaliñado, cerrando la puerta tras de sí. Se veía como si hubiera corrido una maratón de 5km por el bosque.

Todos estaban expectantes a lo que sucedía.

—Yo... lamento lle-llegar tarde— pudo articular algo entrecortado, tratando de recuperar el aire perdido.

—No te preocupes, lo dejaré pasar por ser el primer día, ¿por qué no te presentas?— habló Mumen con amabilidad.

El chico se quedó parado en su lugar recuperando la respiración. Cuando estuvo mejor decidió hacer lo que su maestro le pedía.

—Mi nombre es Saitama, espero poder llevarme bien con todos, soy un Alfa- — se cortó al sentir un dulce olor en el aire, haciendo que inconscientemente su cola y orejas salieran a la vista. Ambas eran tan negras como su cabello.

Comenzó a oler más y empezó a buscar al causante de ese rico olor que lo tenía cautivado, mirando a Genos directo a los ojos al darse cuenta que venía de él.

Rápido llegó a su lugar y posó las manos sobre la mesa del chico, acercándose mucho al rostro de este, teniendo casi un nulo espacio entre ambas caras, con el pelinegro moviendo la cola feliz.

—¡Tú... Tú eres mi destinado!— exclamó feliz Saitama.

Genos se encontraba sorprendido, por primera vez veía un Cambiaformas lobo. Estaba atónito, pero cuando iba a responder algo, sucedió... Sintió que todo empezaba a darle vueltas y su temperatura subía de golpe, al mismo tiempo que un escalofrío empezaba a recorrerle.

Su Celo había llegado. Y fue tan intenso y repentino que no pudo soportar mucho de ese modo y se desmayó, viendo la cara del pelinegro tornarse preocupada como último vistazo.

Sus planes de pasar desapercibido se habían ido por el caño, estaba seguro de ello. Y suponía que de ahora en adelante, estar al lado de ese chico no sería precisamente como estar en el paraíso.

 Y suponía que de ahora en adelante, estar al lado de ese chico no sería precisamente como estar en el paraíso

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Kanjiru es la palabra en japonés de Sentir.

Rechazando el Destino [Saigenos (?)]Where stories live. Discover now