XVI. Dolor.

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Todos los días derramo lágrimas de cristal en una habitación en penumbras, me ahogo en el silencio ensordecedor de cuatro paredes vacías. Mi cuerpo en posición fetal busca consuelo en mantas pesadas y anhela dejar de recordar los sucesos que tanto le atormentan.

La poca ropa que llevo puesta, hacen que tiemble debido al frío rozando mi cuerpo, ¿O tiemblo porque he perdido el control de mis movimientos?

Mis uñas raspan mi piel con agresividad y mis párpados se presionan como si quisiera dejar de ver algo que solo está en mi mente.
Tengo el cabello en mi rostro, mas no me molesta, escalofríos recorren todo mi ser y quisiera gritar tan fuerte, tal alto y tan impaciente como si mi vida dependiera de ello; pero el grito se escapa de mi garganta y se escurre por mis labios en forma de suspiros casi inaudibles, mi pecho se contrae, y pudiera jurar que el dolor se expande.

Doy vueltas en la cama con desesperación anhelando que mis pulmones recuperen el oxígeno del que les he privado, puedo sentir como todo se distorsiona a mi alrededor y la oscuridad se vuelve más espesa, más agobiante, no puedo divisar nada a través de ella.

Mi garganta se reseca y no puede articular palabra alguna, tengo frío; pero me estoy quemando en el interior, el dolor es como un cáncer que se apodera de todo mi cuerpo, y no un dolor físico, un sentimiento de dolor, de angustia, que me contamina el corazón, me contamina el alma. Desde que tengo conciencia ha estado presente, desde mi uso de razón permanece a mi lado, y es que, en los recuerdos de mi niñez es mi primera memoria, le recuerdo con melancolía y lo añoro, porque no sé lo que es vivir sin él, sin un dolor desgarrador en mi interior, con el puro sentimiento de ser un alma en pena, porque me siento muerta, muerta en vida, porque todo lo que hago día a día es por protocolo y por inercia.

Deseo que el dolor sea tan grande que me anestesie, que no pueda sentir más, porque mejor es una vida sin amor, a hundirme cada día en este sentimiento insoportable; anhelo ser ajena a lo que me rodea, que mi alma dé su último suspiro y se despida de lo que llamé "vida", que mis pulmones reciban la última carga de oxígeno y esperen a que mi corazón deje de latir para que mi espíritu se escape de mi cuerpo.

Que el odio, el rencor y este dolor consuman cada parte de mi ser como los gusanos lo harán cuando esté tres metros bajo tierra, que mi carácter se pudra como la carne ya descompuesta de un cuerpo que no puede andar más, despreciando desde ahora a las personas insulsas que derramaran lágrimas por alguien "que era joven, no merecía morir y tenía una vida por delante"; ¿Qué futuro? ¿Qué vida? Continuar odiandome en este mundo lleno de hipocresía, en el bucle sin fin del tormento de mis pensamientos, nadando en la infinidad de mis letras y perdiéndome en la búsqueda sempiterna de mi trágica utopía.

#Lau.

En Mi CabezaWhere stories live. Discover now