—Mi dulce ángel...Ya no tienes que llamarme de esa forma, hace tiempo que dejamos atrás el "hogar" que nos vio crecer, nuestros títulos se quedaron tras sus muros. — Y le causa gracia, porque así como Joshua debió de haber dejado de usar el honorífico, así mismo debió de haber dejado de usar el vestido de sirvienta. Pero él lo usaba todos los días, la tela negra de suave algodón enmarcaba perfectamente su figura, la falda era del largo perfecto, oscilando entre lo casto y lo tentador y los detalles de los lazos, el encaje, el delantal y la corona en su cabeza le daban un toque encantador a su atuendo femenino.

 La perfección de sus muslos torneados era un pensamiento recurrente en sus horas de trabajo y aunque el cansancio estuviera acabando con él, no podía evitar emocionarse al pensar en llegar a casa, encontrar a su angel esperándole y amarlo locamente, liberando un poco la tensión que acumulaba día a día en su oficina. Sus manos le sostienen con firmeza de las caderas y descienden con lentitud hasta que sus dedos se cuelan bajo su falda, curiosos por saber que había debajo de sus volados y cuando besa su cuello con pereza haciendo a su sirviente reír, Tyler siente que vuelve a él un poco de la vida que su trabajo le drenó.

 —Me haces cosquillas — Le dice entre risas infantiles, removiéndose un poco como si quisiera huir de la sensación, pegándose más a la encimera donde solo segundos antes estaba cortando unos vegetales. Aún tenía el cuchillo en la mano pero el mayor no tardó mucho en tomarlo y hacer que lo soltará en el fregadero. — ¿Y la cena? — Tyler muerde suavemente su cuello y por la forma en la que sus manos acarician la cara externa de sus muslos, levantando el vestido a su paso, Josh sabe que su amo quiere comer otra cosa.

Y se deja, porque quiere complacerlo, hacerle feliz. Tyler siempre llega cansado del trabajo, cada día más y más estresado, más desgastado...Duele ver a su amado así, por eso siempre le espera con una buena comida, preparado, le espera con ansias, las ganas de estar con él bullen en su piel desde el momento en que se va a trabajar, todas las mañanas, y permanecen durante el resto del día, hasta que le ve. A veces es difícil soportarlo, Josh siempre odió estar solo, se había acostumbrado a la mansión siempre llena de gente, y a la presencia de Tyler.

—Oh, bebé, no hay manjar más exquisito para mí que tu cuerpo. —  Sus palabras son dolorosamente cursis pero es la forma en la que las pronuncia, colándolas en su oído con un tono profundo y aterciopelado mientras sus manos revoloteaban sobre su vientre y sus muslos, lo que produjo en Josh un calor líquido que recorrió sus venas. Tyler le abraza con fuerza hasta que su cuerpo se acopla a su figura y su entrepierna se presiona contra él.

Josh suelta un ruidito que llama la atención del otro que sin querer esperar más, baja el cierre del vestido, sus ojos siendo los primeros en devorar la piel pálida y con ligeras pecas  a medida que aparecen tras la tela. Tyler no retira el vestido por completo, solo baja la cremallera lo suficiente para dejarle los hombros descubiertos, desacomodándolo con una mano para dejar su pecho accesible mientras su otra mano se escurre dentro de las bragas del pelinegro.

Hay algo morboso en tocarle bajo la falda que hace que se olvide completamente del agotamiento. Josh estaba ahí, solo para él, a disposición de sus más pecaminosos anhelos.

Paseó sus manos por su pecho y apretó con suavidad sus pectorales, dejando una mordida pequeña en su oreja y chocando sus caderas contra él, ganándose otro gemido. ¿Tanto le deseaba su tierno gatito?  Resopló contra su oído, con fuerza, y le sintió estremecerse un poco entre sus brazos mientras sus dedos sostenían su miembro firmemente y con lentos bombeos le traía a la vida.

DIRTY THOUGHTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora