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edit de la multimedia hecho por babygirI____

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La escena empieza con las calles desoladas, las luces de los autos que vienen y van, un desenfoque a  los pies cansados de un hombre. Tyler llega a casa cargando un peso en sus hombros, el agotamiento de una horriblemente larga jornada de trabajo creándole una joroba en la espalda junto con la gran cantidad de pendientes que trajo a su hogar y que debía completar. A ello se le suma una sensación de acidez en el estómago provocada por todas las veces que tuvo que luchar contra sus instintos primarios y evitar apuñalar a su jefe con un bolígrafo, por el bien de su estabilidad financiera porque ya no puede darse el lujo de haraganear todo el día. Ahora tiene que sostenerse por sí mismo, ya no hay riquezas ni joyas ni comodidades ni corona. Todo se le fue arrebatado luego de un “pequeño desliz”; en algún momento lo tuvo todo y en un par de segundos ya no le quedaba nada, la mano del destino ciertamente era caprichosa, aunque sería desdeñoso de su parte afirmar que no tenía nada de nada.

Era verdad que ya no poseía sábanas de seda en su cama, ni alfombras persas en el piso de su habitación ni ropa de moda, ni pañuelos con su nombre, ni prendas con joyas incrustadas. Pero le tenía a él y ni siquiera la ira de su padre, homofóbico y clasista, pudo apartar a su joven sirviente de su lado.

Josh era todo lo que necesitaba y más. Su sonrisa brillaba más que el oro mismo, sus ojos eran más hermosos que cualquier gema preciosa, sus labios rojos y suaves como pétalos de rosa y Tyler hubiera dado hasta la última moneda de su herencia solo por un beso de esa boca sonriente. Así que, a fin de cuentas, que su padre se enterara de su ferviente romance con uno de los sirvientes y decidiera desheredarle y echarlo de casa había sido una jugada estratégica del destino mismo, un poco cruel quizás pues ya no podría ver a su familia, para que él y su dulce sirviente pudieran estar juntos y profesar su amor.

Tyler se consideraba un hombre afortunado pero tenía que admitir que había ciertas partes de su vida con las cuales no estaba del todo satisfecho. El trabajo de oficinista no era precisamente lo que habría deseado, era un poco...estresante. Sus compañeros no eran muy conversadores, la cantidad de trabajo que dejaban en sus manos era abrumadora, el nivel de exigencia era demasiado como para que pudiera manejarlo sin creer que se le caerían los dedos de tanto escribir, su silla era incómoda y le provocaba dolor de espalda. 

Y luego estaba su jefe. Un monstruo sin alma que succionaba su energía junto con su paciencia y parecía que todos los días le dejaba más y más y más encargos, desgastándole. Era mandón e irrespetuoso y era difícil para alguien acostumbrado a ser tratado con altura y modales, lidiar con una persona tan...desagradable.

Tyler lo odiaba. Odiaba a su jefe y odiaba su trabajo, estaba cansado todo el tiempo, las noches no parecían ser lo suficientemente largas para que pudiera recuperar el espíritu y tener un sueño reparador, su bello rostro estaba arruinado por unas horrendas ojeras...Pero tenía que aguantarlo, por él,  por su Josh.

 — Estoy en casa... — Anuncia con una voz cansada, arrastra los pies por el piso del pequeño departamento mientras afloja su corbata, dejando el portafolio sobre el sofá y dirigiéndose directamente a la cocina, donde le encuentra, de espaldas a él. Sin perder más tiempo le abraza por detrás, sintiendo como el menor se sobresalta un poco cuando sus brazos le aprietan un poco y su nariz acaricia su cuello. Esto, volver con su amado, era lo único bueno que tenían sus días.

 —¡Hola! — Josh hace una pequeña pausa mientras gira su rostro un poco, tratando de verle. — ¡Bienvenido a casa, Señor! —Responde en quizás un tono más alto de lo que debería.

DIRTY THOUGHTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora