El trato y el sacrificio

Capítulo 9 "Lo correcto"

Recordó sus palabras en aquel depósito: "Crees que cuando llegue el momento de la obligación moral, haré lo correcto. No soy igual que tu."

«Ojalá te equivoques»: Pensó y apenas moviendo su helado cuerpo se abrazó a sí misma haciéndose un ovillo en su lugar. Suspiro lenta e insonoramente formando nubes de vaho y quedando lentamente inconsciente.

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— ¿Quien? — preguntó Jonathan burlándose de su preocupación.

Derek se peinó los cabellos de su frente hacia atrás sin dejar de escudriñarlo con los labios apretados en una mueca sombría.

— ¿Dónde está ella? — preguntó su voz temblaba de rabia, pero la mano con la que apretaba la cabeza de aquel sujeto con la boca chorreante de sangre contra la pared estaba firme — ¡Contéstame! — gritó.

— Ya está muerta — se burló Teresa quien estaba tumbada en el otro extremo de la habitación con la mano sobándose el hombro por un empujón que Derek le había dado para que entrara a la iluminada habitación.

— Yerba mala nunca muere — se burló Jonathan con voz gruesa lanzando una risotada y escupiendo demasiada sangre en el proceso.

— ¿Quieres probarlo? — ofreció Derek con una voz suave pero tenebrosa — ¿Dónde.. está... mi... informante? — preguntó golpeando en cada palabra y con demasiada violencia la cabeza de Jonathan con el puño cerrado.

— ¡Para! — pidió Teresa. Derek no lo hizo — ¡Detente! Ella está en el congelador — gritó — Está en el maldito congelador. ¡Déjalo ya! — pidió molesta.

Derek sujetó la chaqueta de un Jonathan casi inconsciente por la parte trasera de su cuello y espalda arrastrándolo hasta los brazos de su compañera.

— Aquí lo tienes — explicó y lo soltó como una bolsa desagradable de basura sacudiéndose luego las manos.

Teresa tomó en el aire el cuerpo de Jonathan y miró a Derek con desprecio.

— Lo vas a lamentar — amenazó aunque por dentro estaba agradecida de que él no se había atrevido a hacerle ningún daño.

— No tanto como lo harán ustedes si ella no está aún con vida — explicó lanzándole aquella aterradora y vacía mirada para luego tomar su bolso y correr hacia la salida.

«Voy por ti»: Advirtió mentalmente mientras corría por los pasillos con gran velocidad.

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La luz brillante, blanquecina y cegadora inundó la helada habitación. El pálido rostro de Rachel no tenía color, sus pestañas delataban aquellas pequeñas lagrimas que ahora ya no era agua sino escarcha de hielo congelado. Sus mejillas también estaban surcadas por los finos cabellos de ella pegados a su rostro y fueron los cuales Derek alejó con delicadeza cuando se arrodilló a su lado

«Llegué tarde»: pensó recordando lo que Teresa le había dicho y se aferró a aquel frío cuerpo cerrando los ojos, pero entonces este lanzó un suave y apenas audible suspiró.

Él muchacho abrió los ojos rápidamente y con la mirada ensanchada y puesta en ella, se quitó la campera que aquella chica le había entregado alguna vez; y con delicadeza y mucha facilidad se la colocó ya que le quedaba varias tallas más grande.

— Te sacaré de aquí — aviso mientras tomaba a la muchacha entre sus brazos y la arrancaba de aquel frío suelo provocando el crujir de su ropa helada — Aquí vamos — murmuro saliendo de la fría habitación hasta llegar a la cocina y recostandola junto al bajo mesada.