Ficción de un sorbo

Continúa esta historia...

Ya entrada la noche, la joven se dirigió a la estación a esperar el autobús que la llevaría a su casa. Mientras ella esperaba a que le llegara un mensaje de la ubicación donde estaría su amiga, un hombre estaba observando el periódico con aire distraído en un café frente a la marquesina del autobús. Dentro de la cafetería se escuchaba el tic tac de un reloj de pared sólo cuando las canciones de la radio dejaban de sonar para dar paso a la siguiente. En otra esquina del café, sentada a una mesa, María escribía la última carta de amor que se había propuesto enviar a Dani. Nada de eso le importaba a la chica pelirroja tras la barra. Suspiraba limpiando un par de tazas de los últimos clientes que se habían marchado por la puerta. Suspiraba pensando que tenía que haberle dicho a Cris esa misma mañana que no pasaba nada si cruzaban la línea. Del baño salió Raúl, que había olvidado qué hora era desde hacía horas y sólo estaba preocupado de que ese capullo de Geordie le contestara de una vez si podría pasarle algo para pasar la noche colocado. Laura temblaba nerviosa con los ojos fijos al cartel que anunciaba qué autobus estaba llegando a la dársena en ese momento. Hacía meses que no veía a Jacobo y tenía unas inmensas granas de apretujarlo entre sus brazos, tantas que no se había dado cuenta de lo mucho que estaba arrugando la servilleta en el puño de su mano derecha. La puerta se abrió mientras un chico alto y desgarbado, con ese típico físico de jugador de baloncesto, salía abrochándose la cremallera de su abrigo tres cuartos. Caminó unos pasos hasta la marquesina y se sentó al lado de una chica joven. Rondaría su edad. Se quedó unos segundos mirando su pelo rizado, con destellos ligeramente tostados por el sol. Ella levantó la vista de repente, con gesto de quien se siente observada. Sus miradas se cruzaron. Unos segundos de confusión y de curiosidad le llevaron a una estúpida reacción.

—Hola —pronunció él de manera torpe arrastrando las sílabas.

—Hola —contestó ella.

Un par de sonrisas surgieron de repente.

Una nueva historia acababa de comenzar.