¿A qué hora juega el City?

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BURNAGE 1986

No hacía demasiado rato que habían dejado a Beth en su casa. Ella había trepado hasta la misma ventana por la que horas antes había saltado, todo con la intención de que el Sr. Sweeney no se enterara de que había salido. Era un hombre un poco cascarrabias, demasiado serio y no le gustaba que Beth saliera entre diario. Sobre todo porque, desde que habían terminado el instituto hacía dos años, la rubia no estaba haciendo mucho con su vida y eso le ponía al padre con el grito en el cielo a cada poco. Él mismo le había buscado a su hija un empleo de camarera en un bar de comidas cercano a Maine Road. Beth no estaba muy alegre con eso, por eso intentaba matricularse en un curso de secretariado y, además, odiaba tener turnos cambiados. Aquella semana estaba de tardes, por eso había salido con Huge y Russ.

Ellos dos eran unos terribles cabezas locas. A sus veintiuno, Huge aún instalaba aires acondicionados por las mañanas en el negocio de su padre, cosa que llevaba haciendo desde antes de acabar el instituto; algunas noches, sobre todo los jueves, se dedicaba a su verdadera pasión que era pinchar música en los pubs más juveniles del centro. Russell, a sus diecinueve, tenía que soportar a su padre en la construcción aunque le odiaba con todas sus fuerzas, pero era lo único que podía hacer. Paul Donovan, el padre de Russ, no vivía con ellos. Hacía dos años que su madre se había marchado a otra casa con él y su hermano William y había dado la espalda, para siempre, a un marido y a un padre maltratador. La pena es que, si querían vivir un poco más holgados, Russ tenía que trabajar con Paul mientras el pequeño Will, de cinco años menos, aún iba al colegio.

Aquella noche era una noche de jueves. Huge y Russell, después de trabajar, se habían plantado en el pub en el que Beth trabajaba. Tenían buenas noticias. Bueno, Huge tenía buenas noticias. Esa noche iba a poder pinchar una sesión en La Hacienda. Querían, a toda costa, que Beth —Liz para Russ— les acompañara. A Huge le gustaba contar con ella para todo y a Russ, a pesar de lo ocurrido, también. Al finalizar el instituto, hacía ya dos años, Russell se había declarado a Beth la noche de su graduación. Las cosas parecieron ser de color de rosa hasta las vacaciones. Beth amaba con locura a Russell y no parecía haber sido un secreto, aunque Russell hubiera estado sospechando durante mucho tiempo que a Beth le gustaba Huge, que tampoco parecía un secreto. Lo que estaba claro era que Beth y Huge eran los mejores amigos del mundo. Y Russ y Huge eran los mejores amigos del mundo. Por eso, aunque después de aquel verano Beth y Russ no volvieron a intimar, parecía que ahora eran los mejor amigos del mundo también porque los dos adoraban a Huge. Pero, vamos a ser realistas, Beth y Russ se seguían gustando. Sí, aunque ninguno se lo dijera al otro porque eran muy idiotas. Por eso y porque la vida era así. Bueno y porque, cuando estaban juntos, solían ser demasiado francos el uno con el otro y terminaban discutiendo. Huge sabía que a Russ le gustaba su amiga, hablaban mucho del tema. También sabía que a Beth le gustaba su amigo, no hablaban del tema pero se lo notaba. Sin embargo, Huge no hacía nada por obligarles a decirse lo que sentían porque tenía la ligera sospecha de que los dos dejarían de ser imbéciles. De eso o de que terminarían olvidándose el uno del otro y podrían hacer vida con otras parejas. Pasarían de ser tres a ser seis. A Huge le ponía los pelos un poco de punta, pero podría suceder, era lo más seguro. Aunque él, por aquel entonces, no quisiera tener una novia sino veinte.

Huge era popular desde siempre, por su carisma y su forma de ser. Entre las chicas, además, lo era por guapo. Ahora que trabajaba en el mundo de la noche lo era más aún. Tenía muchos amigos y siempre le paraban para saludarlo a donde fuese. Russ era popular de otro modo. Era más reservado que Huge Sullivan, pero tenía mucho sentido del humor y a mucha gente le gustaba pasar el rato con él. Beth, o Lizzie Sweeney para muchos, era popular porque era muy guapa y no demasiado simpática para los que no consideraba sus amigos, por eso muchos chicos la tenían como por una especie de estrella lejana en el firmamento: brillante, ardiente, pero inalcanzable. Además, el hecho de tener de escoltas a Huge y a Russ ya alejaba a muchos chicos, a pesar de que eso enfadara a Beth. Ellos no lo podían evitar, pero siempre que un tipo se le acercaba a Beth, les saltaba la alarma y acababan por espantarlo. Eran un claro ejemplo del perro del hortelano.

Ficción de un sorboOù les histoires vivent. Découvrez maintenant