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Dolor

Domingo 13 de agosto de 2017

Ciudad de Córdoba, Hospital municipal

3.03h

Pocas horas pasaron desde que trajeron a Víctor al hospital. Todo había pasado tan rápido que en un parpadeo ya estábamos en la sala de espera, aguardando por lo que diría el médico.

La abuela de mi amigo se quedó dormida en el hombro de Martin; a Benjamín lo pasaron a buscar sus padres y nos dijeron que les mantuviéramos informados de lo que sucedería con Víctor. Ni aún en estas circunstancias dejaban solo a mi compañero, eran tan susceptibles a todo lo que ocurría fuera de su alcance de conocimiento.

Mis rodillas ya me molestaban, el frío se adueñó de mis brazos, y hacía un esfuerzo enorme por no caer dormido.

Estar solo no me dejaba pensar las cosas en claro, sin mis compañeros era difícil hallar una explicación a los sucesos en el sueño. Ellos son un soporte clave a la hora de desmentir tantos hechos, tantas historias...

Martin se estaba sintiendo culpable de que esto le haya ocurrido en nuestro hogar, pero además que le hayan negado la entrada al hospital privado que cubría con su obra social. El seguro no cubría a terceros. Aunque tampoco era malo este lugar, sólo que sabía que le cobrarían bastante a la señora por cada estudio que le hicieran a su nieto.

—Ve por un café, te llamaré cuando tengamos noticias —susurró Martin. Aunque creo que dijo algo antes, pero no le presté atención.

Tomé fuerza de voluntad para ir un piso abajo, donde estaban las máquinas de café. En la sala donde estábamos no había una, solo tenían de comida y claro estaba que por todo esto no podría comer un bocado de nada.

Apenas se escuchaba el murmullo de algunas personas que se encontraban en la sala de abajo, alrededor de diez, esperando por una sola, o eso alcance a escuchar. Vi que el cartel señalaba "cuidados intensivos", por lo que debía tratarse de un caso grave... o una despedida.

Capté la atención de cada uno al acercarme al dispensador de café, como si no tuvieran otra cosa que hacer. ¿No podrían seguir con su lamento? ¿Qué de interesante tenía un idiota al que no le aceptaba el puto billete la maldita maquina?

Bufé con desgano, buscando en mi bolsillo algún billete que estuviera en buenas condiciones, ahora más que nunca necesitaba algo caliente. El aire que entraba desde las ventanas estaba muy fresco, y a estas personas no parecía importarles eso.

"Que fastidiosa eres". Pensé, en un vano intento de quitar mi frustración por lo que acontecía con la máquina.

En algún momento, solo se escuchó el líquido llenar el vaso. Las personas se fueron hacia el pasillo, junto a un sacerdote.

Tener esa imagen en mi cabeza me causaba escalofríos. Deseaba no llegar a esas instancias con mi amigo que estaba internado.

El quebrajeo de un cristal se escuchó en toda la sala, un foco se quemó. Solo una mujer se había quedado... estaba sollozando. No sabía si esto se trataba de una posible casualidad, que tal vez al que todos visitaban ya había muerto, o solo habían fallas en el sistema eléctrico del hospital.

Agarré el vaso, cuidadosamente, y me dirigí a las escaleras, sin dejar de mirar a la mujer que estaba a espaldas de mí.

Su cabello oscuro brillaba por la única luz que persistía encima de su cabeza, la campera gris que traía estaba mojada por algunas gotas. Ahí me di cuenta que estaba lloviendo afuera, que al parecer el clima estaba así desde hace varios minutos. Estaba tan concentrado en lo que nos dirían de Víctor.

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⏰ Last updated: Nov 03, 2019 ⏰

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El legado de Joseph Beckett (En edición)Where stories live. Discover now