·CAPITULO 4·

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A la mañana siguiente cuando despierto y veo la hora en mi celular, me levanto de golpe. Olvide poner la alarma la noche anterior.

-Mierda, mierda, mierda ¡¿Por qué tengo que ser tan olvidadiza?!- exclamo con frustración.

Faltaban 20 minutos para las 7 y tenía que tomar el autobús hoy yo sola, ya que Jeremi solo tenía clase de lunes a viernes. Entro rápidamente al baño a tomar una ducha y no puedo darme el lujo de tardarme como acostumbro. Al terminar salgo disparada, sin siquiera haberme secado con la toalla, regreso aun mas frustrada que antes a tomar la toalla del perchero y corro al armario y a los cajones y tomo lo primero que veo. Paso la toalla por todo mi cuerpo y la lanzo a la cama para luego vestirme. Al mirarme al espejo y ver lo que cargaba puesto suspiro y me digo a misma "genial jeans gastados, blusa de tirantes y camisa de cuadros, ni modo". Me coloco mis converse y cepillo mi cabello para lucir al menos, decente.

Al ver nuevamente la hora faltan cinco para las 7. Llegare tarde, llegare tarde, me digo a mi misma. Tomo mi mochila y bajo rápidamente las escaleras y salgo de la casa sin siquiera haber tomado el desayuno que mamá seguramente me había dejado listo. Cuando voy llegando a la parada de autobús, este ya había arrancado de ahí. Corrí e hice señas para que se detuviera, pero ya iba lejos. No podía ser peor, tendré que irme en metro que me dejara al frente de la Cafetería de Joe, que está a una cuadra de la parada más cercana a la universidad y esta ultima queda a cuatro calles de ella. Camino dos cuadras más arriba de la parada de autobús y llego a la estación de esta zona.

El metro pasara en una hora y media. Genial, perderé la clase de hoy no puede ser peor, pensé. El día transcurría de mal en peor. La clase de filosofía termina a las 9:10, si llego para al menos entrar en el último bloque entrare, pero si no, llegare directamente al auditorio 3 para el taller de escritura. Aileen debe estar en clase de técnica, y como supongo estaría la mayor parte de la clase admirando a ese chico que está en su mismo salón, algo me dice que está enamorada, pero ella nunca lo admitiría es muy orgullosa para admitir sus sentimientos por un chico. A diferencia de ella yo era más notoria y de admitir más mis sentimientos, pero últimamente me he vuelto más reservada como ella.

Cuando veo la hora en mi teléfono marcan las 7:15, todavía faltaba mucho para que llegue el metro, así que busco un libro que tengo en mi mochila, "el juego de Ripper" de Isabel Allende uno de mis favoritos, nada mejor que el misterio para distraerme un rato. Pasan alrededor de diez minutos y aun sigo estancada en las mismas dos páginas que estaba leyendo, no lograba concentrarme para nada, debido a lo irritada que estaba. Cierro el libro por un momento y me detengo a ver a toda la gente pasar de un lado a otro yendo de prisa a sus destinos, a sus labores sin percatarse de si tropiezan con alguien o no, están tan inmersos en su mundo, así como yo lo estoy en el mío.

¿Desde cuándo nos volvimos tan poco conscientes de que no solo estamos nosotros en el mundo?, ¿Desde cuándo dejamos de ser tan poco empáticos con el otro? Y solo pensamos en nuestros propios sentimientos y nos importan tan poco los de los demás.

Son disyuntivas como estas, las que debemos hacernos en algún punto de nuestras vidas. En algún punto cometemos estos errores, sin ser conscientes del daño que estamos haciendo. Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no sentí que mi celular sonaba en el fondo de mi mochila y al sacarlo y encenderlo, veo que es un mensaje de mi madre.

"Dejaste el desayuno en la mesa Elizabeth te lo he guardado en el refrigerador. Espero hayas podido llegar a tiempo, saldré con Jeremi a hacer las compras. Te amamos."

Esto me hizo recordar que había olvidado el desayuno. Y cuando reviso mi cartera para saber si tengo dinero suficiente para comprar algo y comer, solo tenía 2 dólares y eso no me alcanzaba ni para un café de la cafetería más cercana que estaba a dos calles de aquí. Me hice una nota de mental, para recordar que lo que había dejado estaba en el refrigerador, cuando llegase a casa luego del taller cargare un hambre de los mil demonios.

Believe ©Where stories live. Discover now