—Veo que ya me estás cambiando por otro nombre que se parece mucho al mío.

—La vida es una sola para esperar que el personaje de mi novela se enamore de mí —exageré y nos reímos por la tontería que había dicho en ese momento.

Lo miré y quise quedarme con ese recuerdo para toda la vida, como si fuera parte de mi. Lo vi sonriendo, con esos pequeños hoyuelos que se hacían en su rostro cuando me observaba y comprendí que lo quería. Lo quería muchísimo, pero aceptaba que él no podía ser parte de mi vida. No sé si en algún momento estuve enamorada de él o del otro Julian, sino que le dejé entrar en mi vida para que hiciera lo que deseara. Julian lo hizo y me dejó pequeños recuerdos que nunca olvidaría.

Las olas, la arena, las sonrisas tímidas o llenas de promesas pervertidas que nos moríamos por cumplir cuando estuviéramos solos. Sentí que Julian había estado ahí para darme lo que necesitaba: ayuda. Él me levantó del suelo cuando yo ni siquiera había aceptado que mis padres estaban muertos y me ayudó a ponerme de pie. De esa manera extraña, de esa manera que nunca entendería.

—Siempre te voy a querer —solté y noté preocupación en su rostro por lo que negué apresuradamente, tratando de quitarle un peso de encima—. No de una manera romántica, no voy a estar enamorada de ti y eso me impedirá conocer a nuevas personas. Sino que siempre voy a recordarte.

—No tengo intenciones de irme todavía, faltan algunas cositas más —me informó y asentí, porque entendía que había cosas que no había cerrado. Había situaciones que todavía tenía que vivir y entender. No sabía cuales, así no funcionaba la vida, así no funcionaban las cosas con Julian tampoco—. ¿Quieres ir al agua?

—¿Qué? ¿Estás loco? Debe estar helada...

—¡Vamos, boluda!

Lo que faltaba, que me dijera de ese modo. Julian estaba poniéndose cada vez más argentino que el real y me reí al comprender que tal vez era porque yo lo deseaba. Me puse de pie, dispuesta a seguirle el deseo porque él era bueno para mi. Él creaba recuerdos que siempre me acompañarían cuando estuviera de nuevo en ese lugar. Iba a recordar mi charla con mi editora, el intento con Hernán y Julian y yo yendo en pelotas al agua. Sí, porque nos metimos en ropa interior para el desagradado de las personas de la cafetería.

—¡La puta madre! —grité enojada cuando me lancé directamente al agua y me empapé por completo. Julian se reía con ganas, como si le saliera del estómago y me tiraba más agua para que yo me congelara como un hielito. Hice lo mismo y por momentos lo único que hicimos fue lanzarnos agua como tarados, cagandonos de frio como idiotas—. ¡Te voy a matar si me resfrío mañana, Julian!

—Vos me querés matar por todo.

Volví a reír a escuchar su voceo en la conversación, como si estuviera perdiendo lentamente lo característico de un personaje neutral. Tal vez ya no era mi personaje, tal vez era solo una persona real que estaba ahí para mi. No lo sabía. No había explicaciones y tampoco las deseaba tener. Julian era eso. Era esa persona que se acercaba con las olas golpeando su cuerpo y me besaba para hacerme entrar en calor en la noche más fría de verano.

Mis labios fueron acariciados por los suyos y dejé que me envolviera la cadera mientras yo envolvía su cuello. Podía sentir su corazón latiendo cuando nuestros pechos se acercaron y sonreí contenta al ver que él también sentía por mi. Ese día fuimos uno. En la playa con besos que estaban lejos de ser inocentes, cuando corrimos a vestirnos porque un guardia de seguridad nos retó y cuando llegamos al hotel empapados.

—¡No pueden entrar a las instalaciones así! —nos gritó el hombre al vernos ingresar al lugar cagandonos de risa, con nuestra ropa puesta pero empapada, arena, agua y hasta caracoles.

El karma de Shirley [YA EN LIBRERIAS]Where stories live. Discover now