Una historia de terror contada a mi manera.

Samanta está mal de la cabeza.

-¿Qué te hace pensar que soy extraña?-le respondo mirando a mi alrededor, no había nadie allí, a excepción de nosotras dos.

- eres la que habla sola, caminas sola, comes sola, haces todo sola, y además siempre mantienes en el jardín y siempre con ese cuaderno.- me responde mientras señala mi cuaderno que está bajo mi mano.- es como si fuera un tesoro.

- y ¿Qué me dices de ti? También mantienes sola.

- esta conversación está a flote gracias a mí, ya que tú no eres capaz de iniciar una conversación.

Tenía toda la razón.

Me quede callada.

-bueno, eso no importa. ¿Sabes? Esa tal Martina me tiene harta, siempre abusando de su autoridad. Imagínate que ayer se tomó el atrevimiento de tirarme un balde de agua mientras dormía. Solo no me sentía bien, por esa razón me quede en la cama. ¿Sabes cuáles son sus favoritas? Gloria y su grupito de perras falderas. No sabes cuánto las odio.- sus palabras llenas de odio, rabia y tristeza no me asombraron.

- he vivido en este internado por 7 años, ya sus agresiones son monótonas, en cierta parte ya me he acostumbrado.- respondí levantando los hombros.

- nadie se acostumbra al maltrato. Yo llevo un año aquí y ya estoy harta. Me encantaría matarlos a todos.- la escucho hablar con los dientes apretados. Eso hace que mi piel se erice.- ¿a ti no?- me mira con maldad.

Claro que me encantaría matarlos a todos, pero creo en Dios y eso está mal.

-si pero...

- lo he planeado todo, solo necesito a un cómplice, y te elegí a ti.- me señala con su libro y sus labios se ensanchan en una sonrisa macabra.

Esa chica está mal de la cabeza.

-lo pensare.

Y Salí de allí lo más rápido que pude.