El internado.

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Tenía 6 años cuando ingrese por primera vez a un internado, el motivo de estar en aquel lugar era que vivía de bajo de un puente con un señor que decía ser mi abuelo.

Los pasillos siempre me parecieron muy grandes y anchos, eso me asustaba, y hacia que corriera cada vez que pasaba sola por aquellos corredores.

Los baños siempre me parecieron incómodos y deteriorados.

Las niñas y los niños siempre me parecieron tristes y malvados.

Las monjas y los profesores siempre los veía con aspecto malévolo, nos golpeaban por el simple hecho de equivocarnos, si alguien era indisciplinado, lo bajaban al sótano y allí los encerraban hasta el siguiente día.

Las paredes estaban pintadas de blanco, un color que parece la pureza pura, pero que en aquellas paredes parecía la fachada de la locura.

Los dormitorios de las niñas estaban ubicados en el tercer piso y el de los niños estaba ubicado en el segundo piso. Y en el primer piso se encontraban los patios, el comedor y los salones.

La comida no ere muy agradable, arroz que parecía masa, sopa simple y aguada, huevo verde, ensalada con vinagre agrio, en fin, una comida pésima y mal hecha.

Nuestro día consistía en: levantarnos, tender nuestra cama, bañarnos, ir a desayunar, recibir clases, almorzar, hacer aseo al internado, hacer tareas, ir al patio a jugar silenciosamente, luego la cena y por ultimo ir al dormitorio. Día tras día, una y otra vez la misma rutina.

Una historia de terror contada a mi manera.Where stories live. Discover now