V E I N T I S I E T E

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LUKA

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LUKA

Luego de la charla con mi abuela de esta mañana y tras pensarlo por largo rato, he decidido que no puedo hacerme el ciego con el tema del interés de Mateo en nuestra madre, así que voy camino a Leimmar para recogerlo cuando salga y hablar con él.

No tengo muy claro qué puede salir de esa conversación y siendo sincero sí albergo un tanto de temor porque el momento llegue pero ya sabía yo que no se lo podía ocultar por siempre. Me estaciono a media calle de la preparatoria y espero unos minutos hasta que el timbre a lo lejos suena y las puertas se abren.

Me bajo del auto y me acerco un poco a la entrada; entre el mar de estudiantes me resulta un poco complicado hallarlo así que mi mejor opción es que sea él quien me vea. Miro en todas direcciones hasta que lo ubico a unos metros de la puerta, ha salido con otro chico y una chica y vienen charlando animadamente; el que primero me ve es su amigo que me señala mientras le dice a Mateo que estoy acá. Mi hermano levanta la mirada y me sonríe, se despide de sus amigos y apura el paso.

—¿Estoy en problemas? —pregunta en una risa.

—¿Deberías estar en problemas?

—Pues no sé, nunca vienes a recogerme.

—No, no estás en problemas. —Le pongo una mano en el hombro y caminamos hacia el auto—. Solo quiero hablar contigo.

Mateo se sube al asiento del copiloto y deja su maleta en el asiento trasero. Cuando me ubico en mi lugar, lo veo colocándose el cinturón de seguridad.

—¿Y sobre qué? Espero que no sea una charla sobre sexualidad, recuerda que me dan clases de eso cada jueves.

Suelto una risa.

—No. Confío en tu responsabilidad y conocimiento. Hoy en día no hay mucho que enseñar porque los de quince ya llegan sabiendo toda la teoría, por eso no me preocupo.

—Menos mal.

Arranco hasta que dejamos atrás el gran terreno de Leimmar y conduzco por la autopista; no quiero ir a casa aún porque creo que la conversación que le debo a Mateo no debe ser en presencia de mi abuela, no quiero alterarla ni entrar en más dramas.

—Bien, directo al grano entonces. Nani me contó que le preguntaste sobre mamá. —Veo de reojo cómo Mateo se tensa—. Mateo, no estoy enojado. Quiero que sepas que puedes preguntarme a mí siempre que quieras. Ya no eres un niño y no te voy a ocultar por siempre temas como esos.

Mateo no dice nada de inmediato y guardo silencio igual, dándole tiempo de que acomode sus ideas. Sigo conduciendo sin un rumbo fijo. Tras una larguísima pausa, Mateo habla:

—Sé que saber no hace diferencia alguna, pero...

—Pero quieres saber, lo entiendo.

Entro al estacionamiento de un almacén enorme que tiene una pequeña plazoleta de comidas adentro con la intención de charlar allí. Planeo abrir la puerta y bajarme pero Mateo lo impide.

El no príncipe de mi cuento de hadas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora