Capítulo uno: Cuando puedas..., ¿me avisarás?

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Cuando comencé a crecer, y no me daba cuenta de mis errores, me enamoré de JungKook.

Sólo sabía que había viajado entre jugo de naranja, incluso de uva, y libros como El Principito que me enseñaban a soñar. A soñar lo inimaginable, a abrir mi imaginación, mi carisma, que era un enigma, tomada subrepticiamente de un frasco con personalidades recién horneadas. Me preguntaba en las mañanas si él me vería con estrellas fugaces en las manos y me haría tocarlas. Un Peter Pan más aniñado que la versión original. Con ojos estrellados en las paredes de perderme en una mirada que significaría amor. Finalmente amor.

Y no lo busqué tanto como parecía por mis palabras; el viento me lo había dicho: está justo enfrente de ti, pero debes esperar tu tiempo.

Al darle tiempo al tiempo hizo que me perdiera en algo más que su mirada, sino en el espacio de los espacios que ocupaban sus labios cuando formaban una sonrisa. Las paletas enamoradas que me miraban con corazones, que en vez de tener forma de corazón se parecían a una línea fija tridimensional que se curvaba de vez en cuando para formar un rectángulo cabal.

¿Quieres...?

Sol.

Penum... ¿Penumbras?

Su carta la guardaba en algún rincón de mi mente, no recordaba tenerla a mano cuando quisiera volver a enamorarme. Cómo me enamoré por quinta vez a los once años de mi poeta predilecto.

Y en el momento en que me di cuenta de los años que llevábamos juntos sin llevar etiquetas, me vi obligado a tenerlas.

Tal vez no nos sentimos libres si no tenemos una etiqueta de pertenencia sin pertenecernos.

Mi novio, tu novia, pero en el fondo nos reinábamos a nosotros mismos, así le buscasen la vuelta al asunto de pertenecerse. Había gente que elegía ser de alguien antes que de uno mismo y eso no significaba que dejaban de ser menos libres, porque la libertad no se basaba en hacer lo que uno quería cuando quería y no ser de nadie, sino en tomar una decisión propia y luego de tanto, nos sigamos sintiendo libres con nuestra elección. Que no seamos esclavos de nuestros vicios o pensamientos.

Pero era tan pequeño cuando debía elegir entre seguir a mi corazón o pensar en que en un futuro, cuando naciéramos de vuelta en la pubertad y floreciéramos en la maduración, tendríamos otras costumbres y problemas con respecto al cuerpo, el tacto y la vista.

Mi amor duraría una eternidad. Eso quise hacerme creer todo este tiempo.

━Solcito, es hora de despertar.

Estaba dormido, molesto por la falta de sueño al haberme acostado a la madrugada y haber madrugado para ir a un lugar que cambiaba el sentido de estar sentado todo el día en un pupitre manchado con tinta indeleble y tajadas de tijera. Colegio privado, pero con apariencia pobre.

Acarició mi mano con su cabeza, un gato hambriento que quería alimento y llamaba la atención con su encantadora carita y sus ojos manipuladores; y bien manipulaban a los míos con su ternura insuperable.

Me tapé, porque como buen puberto cohibido que me hacía llamar, necesitaba de sus caricias, pero no quitaba el hecho de que estaba obeso y no quería saber nada con mi cuerpo.

*¿Por qué la tocas?*, deseé preguntarle cuando comenzó a besar mi barriga, inmensa barriga lejos de ser de porcelana. Era obesa, tenía más grasa que en el cerebro.

━Es horrible, no sé qué le ves ━comencé a cantar mis lamentos y él no cortaba su sonrisa. Estaba fascinado con algo que no le encontraba explicación de ser ni de amar. Evité ronronear cuando opacó la luz que daba en mi cabello y se movió; de un lado para el otro, de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha, mostrándome el arrebol, luego apagándolo, y luego volviéndolo a prender━. Agáchate y busca el tornillo que se te zafó; te hace falta.

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⏰ Last updated: Sep 19, 2019 ⏰

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Las Ventajas de Ser Gordito | KookVWhere stories live. Discover now