(Antoine Devine).

Start from the beginning
                                    

–Oh, dulce –pongo ambas manos sobre su rostro, obligándola a verme– nadie te está obligando a que lo hagas cariño.

–Pero... el plan...

–Sí, querida. El plan se ajusta perfectamente a todos nosotros porque no hemos pasado por lo que tú sí. Es diferente volver a comportarse de buena forma con aquellos que nos han traicionado a tener que comportarse de buena forma con alguien a quien nunca hemos tratado bien. –me acerco un poco más– No hagas esto por ser parte del plan, tú ya lo eres querida y tu parte consiste en seguir comportándote como lo haces con lord Hugh.

–Es que... como los vi... –balbucea un momento– estaban actuando tan bien... una feliz familia, sin ningún problema...

–Apuesto que sí ¿eh? –sonrío con malicia– en nuestras familias hay dotes de actuación impresionantes.

Ella se ríe, esa risa que se refleja hasta en lo más íntimo de sus ojos, la misma que me dice que en estos momentos su felicidad o ese destello, es genuino. La acerco gentilmente y de la misma forma, planto un dulce beso sobre sus labios con visos morados, seguramente por la fruta que comió en la mañana. Su sabor a uva me lo confirma, poso una mano sobre su cintura, acercándola más hacia mí, mientras que con la otra le acaricio una mejilla. Sus labios se deslizan fácilmente contra los míos, roces que mandan olas de placer a mi miembro, que ahora –por un demonio– se ha despertado, de nuevo.

Introduzco mi lengua en su boca, barriendo toda debilidad o duda de su parte por retirarse de mis brazos, pensar es lo único que no hago ahora, solo quiero seguirme perdiendo en sus dulces besos, en la forma tan delicada en como deposita sus brazos sobre mi cuello, en la confianza absoluta que me brinda al derretirse ante mí, su sabor, su olor, su esencia, son mi perdición.

Agarro con suavidad su cabello y lo tiro hacia abajo, haciendo que incline hacia arriba su cabeza y me dé todo el acceso a su cuello, a su contorneado y dulce cuello. Como lobo hambriento me apresuro a pasar la lengua por toda su longitud, hasta llegar al borde de su atrevido escote. Debería recordarle que es mía, que, desde anoche, volvió a ser mía, volvió a mis brazos, a su lugar, a su hombre. Eso soy, soy tanto de ella como ella lo es de mí.

Sus jadeos comienzan a emanar, jadeos erráticos, torpes e inocentes. Bendita mujer para ser tan condenadamente sensual e inocente a la vez. El turno ahora es de mis dientes, que con la mayor suavidad que me he es posible, comienzo a desplazarlos por todo su cuello, sintiendo como ella aumenta sus jadeos y se encoje más en cada movimiento, en este momento mi miembro me está diciendo que soy un grandísimo bastardo si no lo libero, ahora.

–¿Te gusta, milady? –pregunto sonriendo, subo a jugar y atormentar su oreja.

–Cristo... –dice en medio de un jadeo.

–Hasta donde sé, soy Antoine.

Ella se ríe, risa que también envía olas de calor a la punta de mi miembro, ya enloquecido por desahogarse.

–No tienes idea de lo que me haces Ágata...

–¿Y tú si tienes idea de lo que me haces a mí? –suspira y sonríe picara.

–Buen punto mocosa –sonrío.

Vuelvo a depositar mis labios sobre los suyos, esta vez con más ímpetu, más salvaje, más rudo, quiero que tome todo de mí, incluso si es un simple beso. Soy consciente que, a pesar del dolor en mis pelotas, no podemos arriesgarnos a hacer el amor aquí y que alguien entre y nos encuentre. No es a nosotros que nos deben encontrar siendo amantes.

Me detengo, respirando con esfuerzo, sus ojos dilatados y ahora más abiertos que cuando nos estábamos besando me miran, exigiendo, casi suplicando por liberación femenina. Sonrío un poco mientras suspiro. Me acomodo en el asiento, alejándome de ella, paso una mano sobre mi cabello, que por el momento se dejó caer sobre mi rostro.

–No me hagas caras, pequeña –sonrío relamiéndome los labios.

Ella mira atenta mi gesto. «Ardiente como el infierno, seguro que si»

–Es mejor detenernos aquí ahora y continuar después.

Con una mano acaricio su mejilla, luego paso el pulgar lentamente por sus labios ahora rojos e hinchados por el beso.

–Tienes razón –suspira y se muerde los labios.

Ajusta su compostura y acaricia lentamente las teclas del piano, sin permitir que este suene. Una sombra de tristeza se asoma por su delicado rostro.

–Hace tanto no tocaba una pieza... –suena melancólica.

–Toca una para mí cariño.

Ella me mira atenta, la esperanza y el brillo resurgiendo por su rostro, asiente y comienza a tocar una dulce melodía, el sonido comienza a escucharse en toda la sala. Me levanto, en caso de que alguien escuche y decida asomarse a ver quién es la autora de semejante pieza. Me aproximo a la ventana más cercana, mirando hacia el horizonte.

Esta sería mi vida perfecta con ella, escucharla tocando el piano, cantando, pintando. Es tan talentosa que a veces me cuesta creer lo que dejé ir. Debí haber insistido más, no haberme dejado llevar por lo primero que me decían, debí haber persistido en su amor. Yo le fallé, dejando que mi mente se infectara con comentarios de ella que en el fondo sabía que no eran ciertos. Fui un completo cobarde al dejarla ir tan fácil, al resignarme a una realidad manipulada por personas que únicamente han querido separarnos y hacernos daño. Su voz llena el ambiente, complementando la melodía, una grandiosa obra maestra, sacándome un momento de mis pensamientos. Volteo hacia ella, notando como canta y toca mirándome fijamente, pero esta vez la melodía es más alegre, esta vez ella sonríe hacia mí. Y es ahí donde prometo –más a mí mismo– que haré pagar a cada una de las personas que se interpusieron con artimañas entre nosotros y que haré de todo por verla feliz, permanentemente.

 Y es ahí donde prometo –más a mí mismo– que haré pagar a cada una de las personas que se interpusieron con artimañas entre nosotros y que haré de todo por verla feliz, permanentemente

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
LO QUE NOS HICIERON CREER © [COMPLETA]Where stories live. Discover now