(Antoine Devine).

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Ella es tan exquisita

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Ella es tan exquisita.

Desde que entré por el balcón, no he podido controlarme en cuanto a tocarla y darle placer, convertirla y marcarla de nuevo como mía.

Hice un gran esfuerzo cuando froté mi erección sobre ella, hice un gran esfuerzo cuando decidí observarla detalladamente y ahora, estoy haciendo un gran esfuerzo para no llevarla a la cama y tomarla hasta que olvide que ha sido de otro, cuando debió de ser todo el tiempo, mía.

Un poco de líquido de mi excitación se derramó sobre el pantalón, cuando se corrió sobre mis dedos. Sus labios separados, rojos, mientras su rostro se ensombrecía de placer y su cuerpo se convulsionaba sobre mí, han sido mi perdición.

Un recuerdo que espero atesorar en mi mente para siempre y repetir cada vez que se me dé la maldita gana. Ahora no soy un caballero, solo soy un hombre con una infinita e insaciable hambre de lady Banks, jamás pensé en estar tan hambriento como lo estoy ahora.

Ella se inclina hacia adelante, sus labios rozan los míos con aire de provocación. Ella sonríe, una sonrisa de alguien satisfecho, una sonrisa de una dama que va a recordar que es hacer el amor con un ser amado. Eso es lo que le voy a dar hoy.

–¿Quieres jugar mocosa? –sonrío, mientras miro sus senos que ahora están rojos.

–Cuando una está satisfecha, se le antoja de todo ¿no es cierto milord? –dice sonriendo también.

Mi erección vuelve a pujar hacia adelante, pidiendo a gritos que la libere. Pero, debido a que mi pequeña y sensual mocosa quiere jugar, veré hasta dónde quiere llegar.

–Es cierto eso –digo consciente del ronco en mi voz– ¿qué se te antoja hacer?

–Hay algo que he escuchado a aquellas damas descaradas que se sentaron cerca de mí en estos días...

–No es momento de jugar a las cartas, cielo –finjo seriedad.

Ella ríe.

–No es eso, aquellas hablaban acerca de lo que hacen en la intimidad y de cuánto hacen para complacer a sus amantes... –un leve sonrojo pasa por su hermoso rostro– he complementado aquella arte con libros a escondidas de lord Hugh.

Le doy una pequeña palmada, en una de sus nalgas. Esperaba que reaccionara de mala forma, debido a cómo la trata lord Hugh, pero en vez de eso, sonríe. Indicándome el nivel de confianza que sigue teniendo en mí. Una parte que hace mucho tiempo no sentía, se hincha con orgullo dentro de mí.

–¿Qué cosas has aprendido querida?

–No he aprendido, he leído.

Pasa suavemente sus delicadas manos sobre mi pecho, irradiando calor e inconscientemente haciendo que otro mililitro de líquido pre seminal salga de mi miembro. Ella retira mi bata, con cuidado, haciendo que está se deslice por mis hombros y caiga en el respaldo de la silla. Con sus uñas comienza a trazar líneas desde mi cuello, hasta mi abdomen, haciendo que estos se tensen de placer, al igual que ya, mi dura erección. Se detiene en el borde del pantalón, mostrando en su rostro el deseo y la curiosidad debatiéndose por ganar campo.

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