Cigarrillo

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Una vez más llegábamos a aquel lugar que siempre llame hogar, pero que nunca sentí como tal. Mojado por completo a causa de la intensa lluvia y con mi pequeño hermano envuelto en capas de protección en contra del agua, la que le había hecho pensar era mortal, pero que gracias a ello él ahora permanecía seco.

Él frío, la humedad de la ropa y él posible resfriado que mis acciones me harían tener no importó en lo más mínimo cuando él rostro de mi pequeño Rey se ilumino con una sonrisa. Esa sonrisa lo era todo y por eso la cuidabas tanto. Solo eso me bastaba.

_ ¡Legamos!..._ anuncio depositándolo con suavidad en el suelo, por suerte seco.

Él no demora en festeja, alzando sus pequeños brazos provocando la caída de las mangas, en exceso grandes, de la capa de lluvia, las cuales caen arrugándose en sus hombros permitiéndole asomar sus pequeñas manos. En definitiva aquella vestimenta le hacía ver muy tierno en compañía de su radiante sonrisa. Me agacho hasta quedar a su altura y el habla, denotando alegría en cada palabra.

_ Los Trailoks no no vieron... Gacia

Sentir como sus bracitos se aferran alrededor de mi cuello, en un posesivo abrazo de victoria, él mismo que siempre me brinda cuando logramos escapar de los enemigos, causaba que la culpa por tan extensa mentira me revolviera él estómago una vez más, aunque comenzara a acostumbrarme, pues la verdad no era opción tratándose de Sebastián.

No me sorprende de que, al sepárese del cálido abrazo, exija que le retire la capa y la campera que, según él, eran demasiado molestas por la magia que emanaban. Muestra de la más pura inocencia por la cual sonrió ampliamente antes de comenzar a retirárselos.

Eso me recuerda que debo prohibirle ciertos dibujitos. Desde que comenzó a pasar demasiado tiempo frente al televisor sus ideas, y en gran mayoría su forma de hablar y expresarse, comenzó a ser demasiado similar a la de ellos.

Sonrió al verlo correr hacia el interior de la casa, completamente seco y desbordante de alegría por razones que solo él comprendía. Mientras el disfruta en su mundo yo permanezco en la puerta de entrada, choreando agua y con la piel erizada por las continua corriente de aire frio que mi piel húmeda lograba sentir con mayor facilidad, incluso mis pies estaban tan fríos que no lograba sentirlos.

_ Regresamos mami...

Suspiro al imaginar lo que se avecina cuando escucho esas palabras por parte del único ángel en la casa. Si esa mujer me ve en este estado comenzara a quejarse, a menos de que se encuentre lo suficientemente dopada como para dejarlo pasar de largo.

_Cristián...

Y definitivamente este no era mi día. Que ella pronunciara mi nombre de pila completo solo indicaba malas cosas, y una de ellas era que no estaba lo suficientemente dopada como para no notar lo mojada de mi ropa.

_ ¿Los trajiste?

Que se pare frente a mí, con esa pose de bruja de los cuento de hadas, exigiendo uno de sus suministros anti estrés, como solía llamarlos ella, ya era mala señal. Y, qué sé de cuenta de que no tenía lo que me pedía solo desataría una pelea, otra pelea mejor dicho.

_ No Cristina, afuera está lloviendo a baldazos y no pude parar en un kiosco a comprar tus cigarrillos cuando mi prioridad era él cuidar de MI hermano...

Quizás hubo tres puntos cruciales en mis palabras que desataron la pequeña discusión que se está llevando a cabo. Uno de ellos, estoy seguro, fue el llamarle por su nombre en ves del mamá que suelo pronunciar con falso cariño; otro fue el hecho de no tener los cigarrillos y aunque me cueste un poco admitirlo, en esta situación en específico, el tercer detonante le quitaba mucha importancia al segundo pues el hecho de que haya considerado a Sebastián una prioridad por sobre los cigarrillos fue la gota que derramo el vaso.

_... ¡A mí no me gritas estúpido niño!_ una vez más esa forma de llamarme, aun me sorprende él no haberme acostumbrado_ ¡Y cuando te pido algo lo haces sin quejas!

_ No grites mujer_ pido entre dientes, aguantando las ganas de gritarle sus mil y un verdades en la cara.

_ ¡Tú a mí no me das órdenes niño estúpido! ¡Y ve por lo que te pedí, era lo único que debías de traer y no lo has traído!

_ Iré por los malditos cigarrillos, pero por lo que más quiera deja de gritar que Sebastián puede llegar a escucharte_ suplicar no me gustaba, mucho menos cuando tenía que ser ante ella, pero en esta ocasión prefiero tragarme mi orgullo y hacerlo.

_ Como si me importara_ dice, ya en un tono más bajo al mismo tiempo altanero, él mismo que siempre usaba cuando se trataba de su hijo menor.

_ Cumple con tu parte del trato y yo cumplo con la mía Cristina_ mis palabras caen en saco roto pues ella solo rueda los ojos y hace una seña con la mano para que me largue y busque lo que me ha encargado_ Lo dejaste en la puerta de mi colegio con semejante tormenta, eso no es cumplir tu parte_ le recrimino sin poder guárdamelo, esforzándome por no elevar la voz o maldecir entre medio.

_ Él niño está bien así que no importa, ahora ve por mis cigarrillos...

Tras esas palabras veo como se aleja en dirección a la cocina, con ese caminar elegante que siempre portaba, moviendo la cadera de manera provocativa como toda una....

_ Solo un poco más.

Tomo una bocanada de aire y me tranquilizo, tomó la capa de lluvia y salgo en dirección al almacén más cercano, aún con la cortina de agua que caía del cielo casi imposibilitando la visión a más de un metro al frente.

Caminar por la lluvia una vez más, sintiendo como él agua se colaba por mi ropa provocando pequeños espasmos de frío cuando se combinaban con la fresca brisa.

Rey escondidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora