6. No te merezco

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6. No te merezco

(Sam)

-Gracias por acompañarme a casa, Sam. No tenías porqué—dijo Gabriel. Habíamos cogido el autobús y me había quedado una parada antes de la que me correspondía. Desde la casa de los Novak podría ir caminando hasta la mía sin problemas.

-Me apetecía tomar un poco el aire—dije. Hacía algo de fresco y llevaba las manos metidas en los bolsillos de los pantalones.

El trayecto desde el café había transcurrido en una animada charla por parte de Gabriel contándome sus mejores trucos, la reacción del público ante ellos y lo orgulloso que se sentía de lo que hacía. Yo le escuchaba en completo silencio, porque estaba seguro de que mis aspiraciones para ser abogado no eran ni la mitad de divertidas que sus anécdotas mágicas.

Pero ya estábamos frente a su puerta cerrada. Las luces del porche estaban encendidas, lo que indicaba que sus padres todavía estaban despiertos.

Carraspeé.

-Buenas noches, Gabriel.

-Buenas noches, Sam.

Hice un gesto con la cabeza en señal de asentimiento y comencé a alejarme de allí.

-¿Enserio?¿Eso es todo? –. La voz de Gabriel me llegó a la espalda, así que tuve que girarme para cerciorarme de que se dirigía a mi. Seguía en el porche, tal y como le había dejado. –Sam Winchester, no te das cuenta de nada.

-¿De qué hablas?

-De que llevo tonteando contigo toda la noche. Te invito a tomar algo. Te quito las gafas y me las pongo. Durante todo el camino en autobús, mi mano estuvo sobre tu muslo, Sam. Creí que después de lo que pasó ayer en mi habitación, serías tú el que haría o diría algo, porque casi nos besamos porque fuiste tú el que...

En pocos pasos llegué hacia el, me incliné sobre su cuerpo y le besé, acallando sus reclamos. Él se tensó un poco, pero se relajó enseguida y sus manos se alzaron, agarrando la tela del abrigo que cubría mi espalda. Mientras las mías sujetaban su rostro con vehemencia.

Nunca había experimentado nada igual. Su aliento se mezclaba con el mío, cálido. Sentí como si una bandada de pájaros aletearan frenéticos en mi estómago. Olvidé por completo mi nombre, qué día era, e incluso en donde me encontraba.

Gabriel gimió por lo bajo cuando mi lengua se coló en su boca, ávida de explorar. De saborear todo lo que tenía para mi. Porque él se entregaba, y yo lo anhelaba. Desde el mismo momento en que le había tenido entre mis brazos en su dormitorio, sin escapatoria.

Jamás creí verme en tal situación con él, pero no me arrepentía. Siempre había pensado que las cosas pasaban por algo, y quizás era Gabriel al que yo había estado esperando.

Yo busco enamorarme, Dean. Amor.

¿Estaba enamorándome de Gabriel?¿Era eso posible cuando solo hacía un par de días que había entrado oficialmente en mi vida?¿Existía el amor a primera vista o los flechazos?

Tal vez, empezaba a creer que eso era posible. Y con Gabriel entre mis brazos... ¿Qué importaba eso ahora?

(Castiel)

Obviamente, mi respuesta a Dean fue un rotundo sí.

Me levanté temprano, como si fuera a ir al instituto. Me duché, me vestí, desayuné y me puse a ver la televisión con mi hermano Gabriel mientras él se tomaba un tazón de cereales sentado en el sofá.

-¿Dónde vas?

-Dean viene a buscarme.

-¿Ah si? –. Bajó el volumen del televisor y me miró curioso. –¿Y?

Diez Razones Para Odiar a Alguien Como Tú (Destiel/Sabriel-Slash)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora