Tenis invisible

41 0 0
                                    


En estos días, he estado pensando en la frase: "lo que no te mata, te hace más fuerte", en tanto que he sido víctima del Zika por tercera vez. De hecho, ni pasaba por mi mente la posibilidad de que uno pudiese contagiarse del virus en más de una ocasión, asunto del que he aprendido de primera mano en cuanto a su factibilidad. Tampoco resulta extraño, si se toma en cuenta que mi casa se ha transformado en un campo de batalla, reñido por el ejército invasor de zancudos que no da tregua en ningún metro cuadrado. Atacan de todos los flancos y parecen no tener fin en su necesidad compulsiva por ser oprobiosos y molestos. ¿Habrán leído El Arte de la Guerra? No lo sé, pero por mi parte, he tomado medidas de lo más extravagantes, ahora soy asiduo deportista del tenis invisible...

Por momentos parecerá que esta columna se ha transformado en otro anodino espacio publicitario, pero con todo y ese riesgo, les instruiré acerca de las bellezas de la raqueta. Es de color amarillo, y la utilizo como si se tratase de un lightsaber en una película de star wars, en segundos me transformo en alguna especie de vulgar jedi, ya no encargado de salvar la armonía de la galaxia, sino de hacer vistosos y frenéticos movimientos hacia un enemigo que parece invisible. Si tengo suerte, de pronto todo cobrará sentido con el elocuente "plap", correspondiente a las chispas que emanan de la raqueta; un zancudo ha muerto.

Este aparato es eléctrico -obviamente-, y utilizándolo cada vez más diestramente, pronto se convierte en el arma mortal contra los invasores, algo así como un ragnarok de mosquitos. Es momento de hacerles pagar por todos sus insolentes intentos de vivir a costa de sangre ajena, y, sobre todo, por mis recientes achaques; fiebres, algunos dolores, todos innecesariamente sufridos. Por minutos me detengo a reflexionar en lo extravagante de la situación, para un tercero sin información del contexto, podría pasar por un demente al mover una raqueta en el aire, aparentemente sin dirección ni sentido alguno, en una bizarra danza ceremonial.

Y lo anteriormente dicho, no es lo más ridículo, sino que cada vez me vuelvo mejor en esta "habilidad inútil", simplemente adquirida por la mera realización constante. Cada día mis swings son más rápidos y certeros; plap, plap, plap, y una alineación de voladores insufribles siente la ira del trueno. No es como si pudiera agregar a mi currículo (hoja de vida), que soy estupendo tenista invisible, para atraer mejores ofertas laborales. Aunque en mis ratos de ociosa imaginación, qué no daría por poder resolver los problemas atingentes a la vida de la misma manera; si todo aquello que nos oprimiese fuese escuetamente sometido a una raqueta eléctrica y "plap", se acabó. A cuantas personas no haríamos "plap". Con mi herramienta en mano, iría ante el miserable dictador de turno en Cuba, Nicaragua, Venezuela... Y hasta Putin no se salvaría de mi épica cruzada libertadora, pronto se construirían gigantescas estatuas en forma de raqueta, como símbolo de la libertad, y serían millones de personas felices de que -los infelices tiranos- se encuentren bien chamuscados, como simples alimañas que en un swing pasan a otro plano, uno en el que no nos roben oxígeno, así como los mosquitos deben dejar de robarnos sangre. PLAP. 

En Pocas PalabrasOnde histórias criam vida. Descubra agora