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››El amor es como el fuego, ven las llamas los que están fuera más que los que están dentro.››







James





¡Maldición!

Sabía que no debía jugar quidditch hasta tarde con Canuto. Maldito perro pulgoso, siempre logra convencerme en todo.

Bueno lo mejor será no perder más tiempo, me digo mentalmente.

En un intento por incorporarme de un salto. ¡Oh sorpresa! No me coloque las gafas, y gracias a mi bendita ceguera me encontraba en el suelo . . . mal diciendo a diestra y siniestra.

En fin, me levanté del suelo y, más rápido que una Snitch, tomé mi varita y con un movimiento terminé de hacer el baúl, después me vestí con la misma velocidad.

¡Por las barbas de Merlín! No empaqué lo más importante.

Fui a mi cajón prohibido, en donde se encuentras todos mis artilugios de bromas, lo vacío por completo en el baúl.

Bien, creo que ya tengo todo, miré la hora en mi reloj, rayos son casi las diez.

Sin perder más tiempo, guardé mi varita en mi chaqueta y salí disparado hacía las escaleras. No me fijé en que Sirius, estaba bajando igual o más rápido que yo.

Los gritos y las maldiciones de ambos se escucharon mientras caímos por las escaleras, desparramando el contenido de nuestros baúles en el trayecto.

Genial, más retraso.

— James te he dicho que no me gustas en ese modo, no entiendo cuál es tu insistencia en estar siempre encima de mí. — Espetó Canuto con una sonrisa coqueta.

El idiota se seguía mofando de mi mientras lo ayudaba a incorporarse. Sacudí mi ropa mientras negaba divertido.

— Ni que tuvieras tanta suerte Canuto, apresúrate antes de que mamá nos venga a buscar.

Asintió, aún sin borrar la expresión burlona de su rostro.

Nos encaminamos rápidamente hacía el comedor, en donde se encontraba mamá en la cabecera de la mesa, mirándonos con el ceño fruncido y los brazos en jarra.

— . . . James Charlus Potter . . .— Masculló lentamente Euphemia Potter.

Podía ver como se iba a salir la vena de su frente. Ella hace eso usualmente al enojarse, no grita, pero ese tono calmado siempre logra ponerme los nervios de punta.

— . . . Sirius Orión Black . . .— Volvió a mascullar, mientras lentamente aparecía una sonrisa inexpresiva en su rostro.

El pobre Sirius a mi lado estaba sudando frío y como culparlo, esta mujer asusta a quien se lo proponga.

Mi madre puede ser muy dulce y cariñosa. Sin embargo, por muy hermosa que sea tiene un carácter de temer.

— . . . Madre, antes de cualquier veredicto tengo algo que decir . . . — Pronuncié lentamente — sea lo que sea lo que fuera que hayamos hecho, las circunstancias nos obligaron.

Sempiternamente InefablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora