Shadows of the past

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El fuerte viento golpeaba la torre una pequeña bajaba los escalones en busca de su abuelo, lo encontró meditando en el último piso de esta.

—Muirgen— llamó una voz. —¿qué haces aquí pequeña? — preguntó el hombre barba blanca a la niña de finos cabellos dorados, le recordaba tanto a Ravenna, pero sus ojos eran diferentes, al ser hija del "Señor de las aguas" ella había adquirido el color de las mismas en ellos.

—Abuelo, madre quiere hablar contigo—

Le tomó la mano para bajar con ella hasta donde su hija estaba, caminó a la par de tu nieta levantándola un poco para que bajara unos escalones.

En el ala donde se encontraba el recibidor hecho de finas piedras estaba su hija, la reconoció de inmediato pues su cabello rubio caía hasta su espalda, ese cabello que era casi inconfundible, estaba en medio de aquel lugar, sumida en sus pensamientos.

– Deseabas mi presencia— espetó el hechicero. Ravenna volteó dejando ver el nerviosismo en sus manos.

– Padre, voy a casarme— la noticia no hizo estragos en el mago, muy por el contrario, estaba feliz de que su hija hubiese encontrado a un hechicero digno con quien criar a su nieta.

— ¿Es uno de nosotros?, o es caso otro hechicero—

La mujer pareció tragarse las palabras. ¿cómo iba a decirle a su padre que se casaría con un humano?

— es un rey— la ceja del mayor se hundió. «Podría ser que... ¡imposible!»se dijo Saruman, un elfo jamás uniría su vida a la de una hechicera, mucho menos él.

— Thranduil, al parecer no solo se divirtió contigo—

Ravenna se indignó al escuchar eso, pero antes de que pudiese responder a su progenitor como era debido este se agachó para formar un pequeño conejo blanco y que su nieta jugara con el mismo.

– Ve mi pequeña, debes cuidarlo— la niña se fue contenta, al verla desaparecer Saruman se acercó a Ravenna ahora con las dos cejas hundidas.

—No, es alguien más— el mago se hacía miles de preguntas, quien más podría ser digno de su hija y a su vez rey, nadie que conociera y él se jactaban de conocer a la mayoría de los de su estirpe u otras.

— Es un humano, su nombre es Magnus, su reino está en las montañas nubladas... — la furia recorrió el brazo del hechicero haciendo que esta se liberara en la mejilla de su hija, quien cayó al otro extremo de la habitación.

—¿cómo te atreves? — gritó encolerizado el hechicero blanco —¡Casarte con una de esas cosas! ¡Vete de aquí, no eres más mi hija! — vociferó haciendo que el mismo bosque retumbara de la rabia.

Ravenna salió corriendo con su hija en brazos.

— Mamá, mi conejo— chilló la pequeña mientras iba en los brazos de su madre.

Lejos de ahí la esperaba la carroza real para llevarla directo al reino de Magnus, todo iba a cambiar para ambas, en menos de dos semanas Ravenna y el rey estaban casados.

Muirgen se había convertido en los mismos ojos del soberano pues nunca pudo tener hijos con su anterior esposa a la cual una extraña enfermedad atacó, pero Ravenna ya tenía calculado todo, era una perfecta ecuación que como resultado tenía una reina.

Aquella noche la mujer de cabellos dorados clavó una daga en el pecho de su marido quien murió al instante, pudo ver en sus ojos la duda, la traición, todo en pocos segundos antes de que su decir corazón mortal se doblegará ante los encantos de la muerte.

— Por fin— dijo ella levantándose de la cama y tomando la corona en sus manos, a partir de ese momento, ella, la única soberana de esa tierra, comenzó a relacionarse con los Elfos de Mirkwood, tramando a su vez una venganza por el desprecio del rey.

Muirgen se encontraba mirando el bosque desde la ventana, su dama aun preparaba algunas de sus cosas para el viaje que le esperaba, un hombre de la guardia real se acercó a su puerta tocando dos veces aun cuando ésta estaba abierta.

—Adelante— pronunció la princesa devolviendo la mirada hacia el hombre —Su majestad la Reina Ravenna indicó que partirán por la mañana, expresó su alegría por que se una a la cena con su majestad el Rey Thranduil— hizo una reverencia para terminar esa locuacidad de siempre, le hacía doler la cabeza de sólo pensar, quería dejar de hacerlo al menos un minuto.

— Muy bien, puede retirarse— el guardia se alejó dejando a la chica más perturbada, no lo contuvo más se tiró en la cama para poder gritar y soltar algunas lágrimas de impotencia, una delicada mano recorrió su cabello.

—Retírate Lea, debo hablar con mi hija— la chica se limpió las lágrimas que había escondido en el almohadón de plumas, se giró para perderse en la hermosura de su madre.

—¿Por qué lloras? — preguntó la reina, aunque en el fondo sabía el porqué de esas lágrimas.

– No es nada madre, un momento de debilidad, no volverá a pasar— la reina se levantó de la cama tomando su elegante vestido.

– Eso espero, no te crie para que lloraras como una niña pequeña—

Salió de la habitación sólo dejando su aroma a frutillas, claro, su madre jamás la había consentido como lo hacía su abuelo, siempre le dejó muy en claro que lo único que podía hacer por ella era hacerla fuerte, tan fuerte como pudiese, se limpió lo que quedaba de las lágrimas para poder salir a la cena, el sol se estaba escondiendo poco a poco, dejando el castillo casi oscuro, de no ser por las antorchas que lo iluminaban.

—Estoy aquí madre— hizo una reverencia para ambos soberanos sentándose en el lugar de siempre, no podía oír de lo que hablaban, era como un zumbido, o tal vez no quería prestar atención para no enterarse de las cosas que estaban planeando para ambos, ¿podría ser que Legolas estuviese igual que ella?, o peor aún, el desdichado ni siquiera tuviese una idea de lo que le deparaba cuando ella pisase aquella tierra.

— Muirgen— la llamó su madre por cuarta vez, aunque sólo hubiese oído una vez su nombre.

—sí, madre— asintió ella ante la mirada dura de su progenitora.

— No has emitido palabra alguna desde que iniciamos— la chica se limitó a mirar a su madre, para después darle un vistazo al rey, si Legolas era como él no le sería tan difícil enamorarse, giró de nuevo la cabeza hacia donde su madre se encontraba.

– Perdona madre, pienso en el viaje, su tierra debe ser hermosa— dijo la princesa sacando también al rey de sus pensamientos

— Así es, dejaré que mi hijo la acompañe en su primer recorrido, estoy seguro de que quedara extasiada— ella le sonrió complacida, el Rey no supo cómo responder a eso, así que inclinó la cabeza, los ojos de la chica eran como estrellas en lo alto del cielo, reflejaban la misma luz cálida que una de ellas.

Forbidden Love [Thranduil]  || WATTYS LONGLIST 2018|| PROCESO DE CORRECIÓNWhere stories live. Discover now