Pongo los ojos en blanco.

—¿A qué viene todo esto? —increpo.

—Los humanos son tan obvios cuando les gusta alguien.

—No me gusta. —Aprieto los dientes. Admito que Drac es apuesto, pero jamás se acercó a ser la clase de persona con la que me gustaría comenzar una relación amorosa ni mucho menos. Obviamente no es como Nil.

—Claro...

—Escucha. Lo que sea que ocurrió en esa fiesta, estuve cegada. Era la primera vez que salía, pero sobre todo que un chico me invitaba a bailar. No sé por qué estoy diciéndote esto, no es algo que vayas a entender. Como sea. Eres el único que puede hablarles. Eres mi ángel guardián. Además, estoy segura que deseas averiguar qué se traen entre manos.

—¿Qué te llevó a pensar eso?

—Está claro que podías haberle contado a Leire sobre la forma de regresarlos al infierno. Pero no lo hiciste todavía, ¿por qué?

—No me gusta estar en deuda con nadie. ¿Por qué tú no se lo has preguntado todavía?

—No lo sé. Una parte de mí no cree que sean malos del todo. Prince me ha salvado varias veces, tú lo has visto.

Quizá no debí decir eso último, pero estoy desesperada. Temo porque ese muñeco en realidad signifique alguna clase de maldición demoniaca. Y para ser sincera, nadie mejor que ellos para desentrañar el misterio. Scott debería entender eso, y creo que lo hace cuando suspira pesadamente.

—¿Qué me dices de la mujer que juras haberlo visto asesinar? —pregunta.

—¿Qué tal si la mujer era un demonio? —Ni siquiera yo lo pensé de ese modo hasta ahora, que ya he visto en lo que consiste una posesión demoniaca—. ¿Qué tal si es por eso que siempre se ha quedado conmigo?

—Defiendes al gato del infierno, hasta podría decir que le tienes cariño por todo el tiempo que pasaron juntos.

Esta vez no soy capaz de disimular la sorpresa que sus palabras originan en mí. Pero tampoco puedo negárselo, no soy capaz. Quizá tiene razón y le tengo un poco de afecto, después de todo, dentro de mi gran soledad, siempre tuve de único compañero amargado a un gato demonio. Era mejor que nada.

—Ya. Tan solo me planteo la duda. Piénsalo Scott, ¿y si esa vez tampoco fue la excepción?

—Poseída o no, eso no cambia el hecho de que asesinó a una humana. Y si realmente te ha salvado, es porque resultas ser la luz de Dios.

Los demonios no pierden el tiempo con humanos, a menos que deseen obtener algo de ellos. Creo empezar a entender, sin embargo...

—Si tuviera algún interés en la luz de Dios, ¿no crees que ya me hubiera asesinado, secuestrado, o lo que sea? Pero nada, no ha hecho nada más que permanecer a mi lado durante todos estos años.

—¿Un demonio guardián? —suelta con amarga ironía—. Eso es muy estúpido.

—Cierto. Tal vez ni siquiera sepa que soy la luz de Dios. Pero eso también es una posibilidad.

—Quizá está esperando a que madures y entonces te use de ofrenda en algún tipo de invocación. Y precisamente acabas de cumplir la mayoría de edad, ¿no es así?

Me quedo de piedra durante breves instantes. Parece que habla muy en serio, hasta que no puede guardarlo más y sonríe victorioso.

Perfecto. Ahora también cuento con una aterradora y gran posibilidad que me lleva a desconfiar de Prince.

Amando la Muerte ✓Where stories live. Discover now