Capítulo 1: La mejor amiga

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Mi madre y yo acabábamos de mudarnos a aquella ciudad y era mi primer día de clase. Casi no podía ni mirar al resto de mis compañeros. Estaba sentada en una esquina, con sueño y mareada. No me encontraba muy bien y la idea de acercarme a cualquiera de aquellas niñas para decir "hola, ¿cómo te llamas?" me provocaba náuseas. Estaba muy, muy nerviosa. Incómoda. Era pequeña, flacucha y algo penosa, por no mencionar las gafas y el pelo reseco. No llamaba la atención y por eso ni los chicos ni las chicas pensaban siquiera en tomar la iniciativa.

Ya veía otro futuro nefasto, aburrido y marginal en ese colegio, cuando una niña se apoyó con los codos en mi mesa.

—¡Hola! —saludó alegre, sorprendiéndome.

Tenía el pelo rubio corto rebelde y los vivaces ojos de color avellana. Me sonreía muy entusiasmada mientras balanceaba la cadera.

—H-ho-ho-hola... —tartamudeé apartando la mirada.

Empecé a sentir que me ardían las mejillas y me tensé más. Estaba como una piedra.

—¿Cómo te llamaz? —ceceó.

—¿Hum? —me asusté mirándola de nuevo—. ¿Y-yo-yo?

—Zí, tú —insistió sin perder el ánimo.

—Y-Yo-Yo-Yolanda...

—¿Yo-yo-yo...? —rió cerrando los párpados—. ¡Qué gacioza edez!

—¿Gra-gra-gracio-osa...? —repetí alterada.

—¡Sí! —asintió—. ¡Y mu mona!

—¡¿MONA?!

Toda la clase se volvió a mirarnos por culpa de mi inusitado grito, consiguiendo que se me subiera más la tensión y me hundiera de vergüenza. La rubia, en cambio, ignoró mi humillación.

—¡Zí! —confirmó inocentemente—. Creo que te voy a llamad Youlinda.

Era la primera vez en mi triste existencia que alguien que no era ni mi madre ni mi difunta hermanita gemela me dedicaba un mote cariñoso y que además implicaba un halago. Un piropo.

—You... linda... —repetí como atontada.

—¡Zí! —repitió y luego lo volvió pronunciar con mayor cuidado—. You-lin-da. ¿Te guzta?

Creo que me empezó a llenar alguna clase de extraña felicidad que no sentía desde hacía años. Una emoción que no sentía desde... desde que conocí a...

—Sí... —admití, con una tímida sonrisa—. Sí, me... me gusta.

—Juju —rió balanceando el trasero.

El resto de compañeros, tras algunas sonrisas maliciosas, habían seguido sus respectivas conversaciones y no nos hacían caso, pero ya no me importaban. No me importaban en absoluto.

—¿Y tú cómo te llamas? —me atreví a preguntar, sin más titubeos.

—¡Yo zoy Mónica, la guardiana del cole! —vaciló con una pose chulesca—. Pedo tú me puedez llamad Monichi —"Pedo", dijo " pedo". Intenté contenerme pero no pude evitar partirme de risa. ¡Era muy graciosa!— Zabía que podíaz reid. Menoz mal, padecía te encontrabaz mal...

No, ya no. Toda la angustia que me había estado reconcomiendo había desaparecido porque... porque... ¿había hecho una amiga?

—Me encuentro bien —le sonreí—, Monichi.

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Me encantaba su entusiasmo inocente e ingenuo. Me encantaba cuando prefería jugar conmigo a las palmas antes que correr con los demás. Me encantaba su motivación para hacer cualquier cosa a la par que me animaba con toda su alma en educación física sin exigirme en absoluto que sobrepasara mis propias restricciones. Me emocionaba cada vez que prefería estar conmigo a con nadie más. Fue la mejor.

Astral Arcana II - GhostWhere stories live. Discover now