―Ayúdalo. ―Miró a Blas que se había quedado con la boca abierta, junto a la puerta.

―Yo puedo ―gruñó consiguiendo cerrar sus pantalones, pero tambaleándose―. Y tú, no deberías estar aquí. ¿Estás loca?

―Admito que no tanto como tú ―contestó tranquilamente―. Pero ya habrá tiempo para conversar. Muévete. Nos vamos.

Dirigió una mirada indiferente a la chica, no tenía nada personal con ella, sabia que solo hacia su trabajo.

―Ya le pagué ―murmuró su hermano, como si le leyera la mente.

―Bien. ―Le hizo una seña para que saliera, obedeció de mala gana, dirigiendo su malestar a su amigo.

―¿Por qué demonios la trajiste, Blas? ―El mencionado se encogió de hombros, negando.

―Te dije que no era buena idea...

―Eres un soplón.

―Y tú, un idiota ―intervino, lo que menos necesitaba era una riña. Jonathan resopló, como si aquello fuera algo cotidiano, aunque ciertamente, a últimas fechas solía usar demasiado la palabra para referirse a sus dos hermanos―. ¿Dónde está tu esposa?

Su hermano se apoyó en la pared, luchando con los botones de su camisa, mientras Blas recogía su saco, que había terminado en el piso.

―Ya te dije que con sus padres. ―Miró a la mujer que minutos antes había tenido sus atenciones en él―. ¡Lárgate!

La mujer se escabulló, sin parecer alarmada con sus malos modos, como si no fuera al primer cretino que tuviera que soportar. La compadeció.

―No deberías tratarla así después...

―No voy a hablar contigo de eso ―la interrumpió con brusquedad, señalándola con un dedo, que ella apartó de una manotazo―. ¡Oye!

―No señales, es grosero.

―¡Estás loca! No hablare contigo de lo que hago o de mi esposa, esos son asuntos míos.

Le sostuvo la mirada, pero no hizo comentarios ya que se encontraban casi fuera de los privados.

―Vamos.

Le alivió comprobar que los Meller no estaban por ningún lado, eso eliminaba una preocupación más, por una posible disputa. Los hizo caminar por delante de ella, fingiendo no darse cuenta de las miradas dirigidas tanto a ellos, como a ella. Algunas divertidas, otras curiosas y también reprobatorias.

Le pareció bastante divertido, que siendo ellos los que asistían a ese lugar para pagar por sexo, estuvieran juzgándola o quizás era el simple hecho de que por ser mujer pensaran que no debía estar ahí. Sintió el impulso de ocupar una mesa, solo para fastidiarlos, pero no tenía tiempo para jugar.

Su auto estaba donde lo había dejado, el hombre de la entrada la fulminó, pero le mostró las llaves, señalando que estaban por marcharse. Blas se disculpó e intercambió algunas frases, luego ayudó a su hermano a entrar, él también lo hizo.

―Mañana pasó por mi auto ―explicó ocupando el asiento del copiloto.

―Bien. ―Tras poner el vehículo en movimiento, miró a su hermano a través del espejo retrovisor―. Volviendo a nuestra conversación. ―Él le dio una molesta mueca y se recostó a lo largo del asiento―. Si Cherry se encuentra con sus padres, ¿por qué no fuiste con ella? Hace mucho no visitas a tus suegros.

No pensaba dejar el tema, porque claramente la situación podría salir de control. Consideraba más fácil que terminaran aquel matrimonio, pero en vista de los últimos hechos, sería la última piedra que sepultaría las posibilidades de su hermano por asumir la presidencia de la empresa.

―Eso tampoco es asunto tuyo. Pero te responderé ―dijo con voz pastosa, como si estuviera a punto de quedarse dormido. Para un hombre que había estado recibiendo una felación, parecía perder demasiado rápido el interés, lo que la hacía cuestionar los verdaderos motivos para actuar de ese modo. Desgraciadamente, al crecer, su orgullo lo hizo con él y jamás lo admitiría―. Se supone que estoy tratando de ganar la presidencia, no debo irme.

―Déjame decirte algo...

―Siempre lo haces, aunque no quiera escucharte.

―Con tus actos estás consiguiendo exactamente lo contrario ―habló ignorado su comentario―, y mejor no hablemos de asistir a la clase de lugares de donde acabo de sacarte.

―Te apuesto que el presidente lo hace, todos lo hacen. ¿Qué hay de malo en divertirse?

―No me importa si los demás lo hacen, estás casado y eso no habla bien de ti, no especialmente cuando parece que tu único propósito es justamente hacer que todos nos enteremos. Ellos al menos son discretos, ¿o has escuchado algún rumor?

Él soltó una risita.

―Si mi madre se entera donde estuviste...

―Adelante, dile y le diré porque fui y que hacías cuando llegué. Apuesto que le gustara.

Observó de reojo a Blas, que la miraba embelesado, con un toque de diversión en los labios. Ella negó advirtiéndole que no riera. Porque aun cuando la situación era demasiado extraña, lo que necesitaba era que su hermano se tomara, aunque fuera poquito, en serio las cosas.

―Eres un dolor en el trasero, Heize ―gruñó revolviéndose el pelo.

―Lo sé.

El resto del trayecto lo hicieron en silencio, Blas se encargó de llevar hasta su cama a un dormido Jonathan que balbuceaba sin sentido y que terminó quedándose completamente fuera cuando tocó el colchón.

―Pesa demasiado. Podrías haberme ayudado. ―Blas se frotó los brazos.

―Eso hará que te esfuerces un poquito mas en evitar que beba y vaya a esos lugares ―replicó, aunque no esperaba que lo hiciera. Conocía la tozudez de su familia, ni siquiera un huracán los detendrían si algo se le metía en la cabeza.

―Claro. Yo me quedo con él, ve a descansar.

―¿Seguro?

―Si, pondré llave a la puerta o lo atare a la cama si despierta. ―Sonrió, Blas no era tan mal tipo a veces, tenía que reconocerlo.

―Entonces, me voy.

―Te llevaría, pero...

―Está bien, prefiero que te quedes con él. Intenta descansar también, ¿necesitas que te traiga ropa limpia?

―No, puedo tomar algo prestado de Jonathan.

―De acuerdo. ―Se dirigió a la salida, pero se detuvo al alcanzar la puerta―. Gracias, no tendrías porque hacerla de niñera.

―Ni hablar. Descansa. ―Permitió que se acercara y besara su mejilla, pero no le gustó el anhelo que vio en sus ojos.

Desde luego que las cosas serian más fáciles si ella se sintiera atraída por él, porque no había disputas que los separan, pero ella solo deseaba a un hombre.

Mal. Tarde o temprano, pero más temprano que tarde tendría que aclarar las cosas con él, antes de que fueran por otro camino. No se trataba de que estuviera en ese momento con Stefan, sino que no sentía esa chispa o atracción. Ni siquiera curiosidad y era una lástima, porque dejando de lado sus costumbres similares a las de su hermano, no era un mal tipo.

Sacudió la cabeza y se introdujo en su auto, demasiado de hombres por una noche.

Aunque fue inevitable pensar en Stefan y reflexionar sobre cómo se sentía al respecto. No haría escenas, porque si él había fallado, rompiendo la única condición de ser exclusivos, simplemente terminaría con lo que sea que tuvieran. Así de simple, aunque pensarlo no se sentía tan fácil como debía y eso le hizo darse cuenta de lo involucrada que se encontraba. Si las cosas salían mal, no saldría del todo librada. 

¿Enemigos?Where stories live. Discover now