Capítulo 9

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Capítulo 9

―Esto no podría ponerse mejor ―escuchó murmurar a Blas, pero sus ojos sostuvieron la mirada de los hermanos Meller, aunque el tono de su acompañante pico su curiosidad. Desde luego que disfrutaba de las disputas o quizás era por sus expresiones eran atentica sorpresa.

―¿Por qué lo dices? ―Compuso su expresión, sin precipitarse a hacer juicios.

Era claro lo que buscaban los hombres en sitios como ese, pero Stefan nunca lo había hecho antes, así que le daría el beneficio de la duda.

―Hace un rato William y Jonathan se dijeron algunas palabras en el estacionamiento de la empresa.

―Genial ―ironizó―. ¿Fue sobre la empresa?

―No, sobre Cherry.

Maldijo internamente a insensatez de su cuñada, ¿No había sido lo suficientemente clara sobre las consecuencias de devolverle el favor? ¿Cómo podía hacerlos enfrentar de ese modo? ¿Acaso no pensaba en las consecuencias? A pesar de que Jonathan no era una perita en dulce, estaba segura de que jamás perdonaría una infidelidad, no con William.

Su atención se vio desviada a la rubia voluptuosa, que siguió al par de hermanos, fijándose en la poca ropa que llevaba puesta y como tomó del brazo a Stefan. No suponía que era un santo, ningún hombre lo era, pero tampoco esperó que tuviera los mismos gustos que su hermano, motivo por el cual se encontraba en ese lugar.

―Vamos. ―Se adelantó. Aprovechando que se habían apartado de la entrada. No prestó atención a ellos, caminó por el pasillo iluminado con una luz rojiza que daba aspecto demasiado lúgubre para su gusto, aun cuando dudaba que los hombres prestaran atención a esa clase de detalles.

―No imagine que Stefan frecuentara estos lugares. Siempre actúa tan remilgado. ―Pasó por alto el comentario de Blas, no deseando flexionar sobre el asunto, aunque tendría que considerar su reacción en alguno momento, la prioridad era sacar de ahí a su hermano, sin llamar más la atención y sin altercados.

Los sonidos sexuales llegaban de todas partes, pero los ignoró, deteniéndose para que fuera él quien le indicara en cual de aquellas habitaciones se encontraba.

Él no dudo, dejando claro que no era la primera vez que debía buscar a su molesto hermano. Eso claro, cuando no era el cliente.

―Es aquí, pero quizás debería... ―No le dio oportunidad de terminar la frase, abrió la puerta.

Su hermano estaba de pie en la pequeña estancia, sus pantalones en los tobillos y delante de él, de rodillas, una chica de cabello rojizo, que sostenía dentro de su boca su pene.

Lo miró a los ojos y le apuntó con el dedo.

―Súbete los pantalones ―ordenó sin mostrar repudio por la escena, aunque no es como si le interesaran las partes de su hermano mayor―. Y sal.

―¡Heize! ¡¿Qué demonios haces aquí?! ―gritó, evidentemente sorprendido y molesto por su intromisión.

―Mueve o sal así, no me importa. ―Dio una mirada a su reloj, para enfatizar―. Tienes 10 segundos para poner un pie fuera de esta habitación.

―Maldita sea. ―Con un empujón apartó a la chica y torpemente comenzó a subir su ropa, pero era claro que estaba alcoholizado.

Aun con eso, le alegraba que mantuviera presente que ella no se andaba con juegos. Era muy capaz de llevárselo arrastrando con sus partes al aire. Recordó cuando ambos habían estado tratando de molestar a una niña, ella no dudo en exponerlos y darles un par de golpes. Si, ni siquiera siendo una pequeña y ellos sus hermanos, toleraba sus tonterías.

¿Enemigos?Where stories live. Discover now