Capítulo 3

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Stefan sonrió abandonando el asiento del auto, levantó el rostro, permitiéndose observar el cielo que lucía completamente despejado. Aspiró una bocanada de aire, antes de cerrar la puerta y dejó escapar un suspiro. Sabía que, a pesar del largo, apasionado y húmedo beso de despedida, que le dio Heize al dejarla en la entrada del edificio de su amiga, estaría pensando en ella el resto del día, lo que quedaba del fin de semana. Sería una tortura no poder verla hasta dentro de casi 48 horas, pero eso no quitaba el hecho de que no pudiera sacarla de sus pensamientos. Comenzaba a volverse una costumbre, que no le sorprendía realmente, Heize era simplemente adictiva y definitivamente su última osadía lo tenía más que encantado. Era una mujer muy decidida y tenaz, que en los negocios se imponía sin importar que se tratara de hombres con ideas arcaicas respecto a el papel de una mujer, pero nunca imaginó que sería del mismo modo en la intimidad. Si deseaba algo iba por ello y constantemente reflexionaba sobre la suerte que tuvo aquella noche, en que se rindió a él. O quizás fuera al revés, porque definitivamente, fue ella quien lo sedujo. Poco habían hablado del tema, porque ambos acordaron que sería una especie de trato, pero sin duda estaba convirtiéndose en algo más que sexo casual y sin compromiso. Eso tampoco le preocupaba. Lo tenía en la palma de su mano. Y del mismo modo en que ella sabía lo que quería, él también. La quería siempre en su cama, debajo o sobre su cuerpo. Suya.

Sacudió la cabeza y cruzó las puertas del lugar, avanzando por el corredor, saludando con la cabeza al maître que ni se inmutó. Observó la sonrisa y mirada burlona de William, mientras se acercaba a su mesa. No le resultó complicado dar con él y Walker. Siempre iban al mismo lugar, ocupando exactamente la misma mesa y ordenando un menú idéntico. Se alegró de que solo fueran ellos dos y no la panda de sujetos que siempre convocaban para un simple desayuno. No es que sus amistades no fueran de su agrado, solo que su ausencia indicaba que no estaban armando una revancha contra los Ferrer. Como había esperado. Esa era una buena señal, aunque con ellos nunca se podría estar seguro.

―Hasta que llegas ―exclamó su hermano dejándose caer contra el respaldo del asiento, de manera despreocupada.

Definitivamente no planeaban nada, pero tampoco se veían preocupados por su advertencia. Signo inequívoco de que su padre no había hecho ninguna advertencia, después de su dramática salida. «Siempre es lo mismo», caviló un poco molesto.

―Que sepas que sigo enojado con ustedes ―expresó retirando una de las sillas, acomodándose frente a su hermano―. No cambia nada lo que les dije ayer ―puntualizó manteniendo su expresión severa, esperando imprimirle seriedad al asunto y que no se salieran por la tangente.

―¿Ibas en serio? ―quiso saber Walker, mirándole un poco preocupado. Desde luego que le preocupaba que redujeran su salario. Él ocupaba un puesto bajo, por lo que sus ingresos eran promedio, nada comparado con lo que el par de hermanos recibía por sueldo. Stefan lo sabía y no pretendía perjudicarlo, pero un buen escarmiento les iría bien.

El problema con ellos era que nunca pensaban antes de actuar y la actitud pasiva de su padre no era de mucha ayuda, todo lo contrario, un claro incentivo para que continuaran con sus enfrentamientos.

―Por supuesto. Siempre hablo en serio ―respondió haciéndole un gesto al mesero, indicando que también tomaría lo de costumbre.

―¿No crees que exageras? ―inquirió titubeante, pasándose la mano por la nuca. Stefan sintió ganas de sonreír, pero su sonrisa no apareció. Era extraño como solo con ella podía permitirse relajarse y sacar esa parte de su personalidad que nadie más dejaba ver.

Ni siquiera su familia. Educado para el control y negocios, pronto adoptó una postura severa, que le deba ventaja frente a socios o rivales. Excepto por la mujer que lo tenía a sus pies.

¿Enemigos?Where stories live. Discover now