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Capítulo quince | Un príncipe sin corona

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Capítulo quince | Un príncipe sin corona

Capítulo quince | Un príncipe sin corona

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***

         —Tranquila, Nube, chofer Elena está lista para llevarnos a nuestro destino —asegura Reese, para «tranquilizarme».

         —Gracias, Re, pero eso no es nada alentador. Chofer Elena no suena precisamente seguro para mí.

     —Aguafiestas —se queja Elena, apareciendo desde la cocina con su abrigo a medio poner—; siempre has tenido buenos paseos conmigo.

     —Manejas fatal, Lena.

     —Eso no es cierto, jamás rompo las reglas —replica la mencionada—, ¡me quedo esperando en la luz roja incluso cuando la calle está desierta!

     —Pero estás lo suficientemente ciega como para no ver nunca los huecos en el suelo...

     —Lo que tú quieres es evitar salir y eso no va a suceder, Efi —reprocha Elena, negando con la cabeza.
    
     Mierda, me ha atrapado.

     Resoplo, resignada, y termino de colgar mi pequeño bolso de mi hombro. En realidad, en el fondo al menos agradezco que por fin hayamos podido encontrar un día en el que todas coincidamos; ya habíamos pospuesto esta salida tres veces, por una cosa o por otra.

     No llevo muchos objetos, sólo mi teléfono móvil y mi dinero; igual no tengo ni idea de hacia dónde me llevará este par, esta ciudad es enorme, ruidosa y viva. Supongo que donde sea que vayamos habrá mucho movimiento.

     Miro alrededor mientras espero que Re y Elena tomen sus cosas y estén listas. Nuestra sala ya no huele a flores, a pesar de que aún quedan unas pocas que no se han marchitado. Por supuesto que no han llegado más. A Elena esto al principio le ha parecido raro, pero he logrado convencerla de que el rojo no podía seguir enviándome flores toda la vida y que seguro pronto inventará algo nuevo.

     Ella aún no sabe que he evaporizado definitivamente las cosas con Avan, y yo no sé cómo decírselo. No es que no quiera hacerlo; es estúpido seguir fingiendo que existe algo que murió hace más de dos semanas.
    
     Pero Lena es mi mejor amiga, y aunque de cierta forma quisiera que fuese la persona que come helado conmigo y se aguanta mi despecho, también sé que me dará un sermón y no estará de acuerdo con mi decisión.

     Y yo planeo postergar ese sermón por cuanto tiempo pueda.

     —¡Lista! —anuncia Elena, volviendo a la sala con las llaves del auto titilando en su mano—. ¿Ustedes?

     —Yo lista —responde Reese, poniéndose unos lentes de sol y acomodando el cuello de su chaqueta. Mi respuesta es un asentimiento de cabeza.
    
     Juntas bajamos hasta el estacionamiento y subimos al auto de Lena. Yo decido montarme en el asiento del copiloto para ir pendiente del camino, así que Re se conforma con el asiento trasero que por ahora tiene sólo para ella.

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