Habíamos hablando poco y cualquiera pensaría que es extraño, pero creo que era parte de consumir la forma en que estaba aceptando las nuevas cosas a nuestro alrededor, o quizá no había nada nuevo, pero siempre había la aceptación de unos sentimientos que antes no querían ser reconocidos, pero que ahora bailaban constantemente entre sus ojos y los míos.

Me acosté y ella me siguió, colocándose de lado con su rostro frente al mío.

—Eres preciosa—dije, mi voz tan baja.

—Vas a aumentar mi ego—dijo, a modo de broma. Reí pero negué.

—No importa, Albi. En este momento no me importa si tu ego de pequeña diva explota, porque yo tengo que decir lo preciosa que eres o quien va a explotar voy a ser yo—digo levantando mi mano hasta dejarla en su mejilla.

—No quiero que explotes, así que puedes decirlo—rió más.

—Eres tan idiota—dije negando, pero acercándome cada vez más a mi meta.

—Te gustó—afirmó.

—Me gustas—corroboré. —Me gustas incluso cuando no sabía que lo hacías, siempre has lucido hermosa para mí, siempre he sabido reconocer que eres hermosa incluso cuando no te conocía, pero basto verte entrar a mi club para saber que me gustabas, que eres preciosa no solo hermosa, basto estar unas cuantas horas contigo para saber lo diferente que eras a lo que yo creía, y desde ese momento me gustaste, Albi. Yo navegue sobre mis sentimientos para estar manteniéndome en el camino fácil, pero tenía aquellos momentos en que me dejaba sumergir en ellos, como cuando te tenía en mis brazos por las noches o cuando me abrazabas en medio de cualquier sitio y cualquier persona, y aunque yo ignoraba todo esto que estoy sintiendo ahora, yo era la persona más afortunada del mundo. Finalmente ahora, puedo mirar el cartel que me diste y entender todo lo que refleja mi rostro en cada foto de esas, yo supe reconocer que me veía como alguien que lo tenía todo, pero también sé ahora, que me veo sonriendo feliz, como la persona más afortunada del mundo. Porque ni en un millón de años podría haber imaginado tenerte así, Albi—dije, dejando de lado el filtro entre mi cerebro y mi boca.

—Afortunada por ¿Tener a Alba Reche?—preguntó, enarcando una ceja, Ella era tan idiota y sus bromas tan ridículas, me incline y bese su nariz, para alejarme solo un poquito.

—No, incluso si tu nombre no significara lo que significa para el mundo. Yo me sentiría afortunada. En este momento, nadie sabe lo que está pasando aquí y yo soy la persona más afortunada y si sonrió, lo hago con el orgullo de saber que en este momento te tengo—suspiré. Corte la distancia que nos faltaba y volví a besar sus labios, algo que había querido hacer en el auto y mientras veíamos Bob Esponja. La bese, sin restricciones, sintiendo mi cuerpo moverse por inercia para busca el suyo, suspiré y me obligué a alejarme. —¿Qué somos, Albi?—le devolví la pregunta.

—Yo no quiero, yo te dije, yo no quiero poner presión sobre esto, Nat—la miré sin entender demasiado hacia donde quería ir. —Me refiero a que, en este momento podría ser cualquier cosa para ti, Nat. Siempre y cuando aceptes y yo lo haga, que lo que tenemos significa muchísimo más. Mientras podamos mantenerlo de esta manera. Pero no tienes o tenemos que etiquetarlo si no quieres, no quiero presionarte u obligarte. Yo podría ser tu novia se me lo pidieras precisamente ahora, pero no estoy esperando que lo hagas y si no lo haces, no pasa nada, seguiremos de la misma manera. Porque para mí, no hace falta un nombre para saber que te quiero, de la manera en que lo hago y que no hay ni habrán otras personas para mí, Nat—exhaló, dejando todo su aliento colarse por mi nariz, colapsando mis sentidos.

—Yo quiero... yo quiero que seas cualquier cosa que me permita hacer esto—me incliné y volví a besarla, lento y sin profundizar, nunca lo había hecho y no sabía hasta qué punto podría manejar las cosas con calma para ella. —Cualquier cosa, Albi—repetí.

Mi pequeña diva-AlbaliaWhere stories live. Discover now