Días Grises

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Llevaba tres días en el hotel, prácticamente aislada, afortunadamente estaba teniendo días de descanso en el sentido de que no había nada de trabajo, de lo contrario estaría demasiado estresada. Otra de las cosas por las que era afortunada era mi nombre y mi fama, de lo contrario me habrían echado del hotel en lugar de darme el respaldo que estaba teniendo. Aunque a eso también ayudaba que prácticamente no salía de mi habitación con el afán de no causar problemas, pero después de tres días me estaba volviendo completamente loca.

Tres golpes en la puerta me hicieron levantar de la cama, aún no había pedido mi desayuno así que eso era raro, había hablado con Dave y Miki, también con María y África, y ninguno de ellos dijo que iba a pasarse por aquí. Yo aún no me había cambiado de ropa, seguía en pijama con los ojos hinchados y el cabello desarreglado, ¿Quién podía ser? Volvieron a tocar y fui dando pasos lentos hacia la puerta.

—¿Quién es?—pregunté pegada a la puerta.

—Ábreme Albi, antes de que este idiota me saqué—esa era Nat, y su voz sonaba molesta. Abrí de inmediato y lo primero que vi fue a Natalia con el ceño totalmente fruncido y dando una mirada de muerte al vigilante que intentaba agarrarla.

—Lo siento Señorita Reche, ella engañó a nuestro recepcionista para saber cuál era su habitación y luego no pudimos detenerla, lo siento mucho, la sacare enseguida—decía el tipo, estaba sudando.

—No, esta bien... Señor. Ella es mi amiga, pasa Nat—dije abriendo más la puerta para que entrara.

—¿Hice mal?—preguntó el vigilante.

—No, pero para la próxima deberían preguntarme a quien puedo recibir o no, si la hubiesen sacado eso realmente habría sido malo, pero ahora no se preocupe—le sonreí. —Todo está bien—

—Discúlpeme, Señorita, ya sé que hacer la próxima—asentí y cerré la puerta en cuanto él se dio la vuelta.

Me giré para ver a Nat sacando algunas cosas de unas bolsas sobre la cama desecha.

—¿Qué haces aquí?—pregunté finalmente cayendo en cuenta de que ella estaba aquí.

—Ya no lo soportaba más, Albi. Sé que me dijiste que no viniera, pero... te juro que nadie me ha visto llegar, entre por un lado alterno al hotel, en un auto diferente, lo siento si esto te molesta, creo que actué por razones egoístas—siguió explicando.

—Hey—me adelante en mis pasos, yo había estado un poco confundida sobre qué hacer, pero yo no había llegado al extremo de decidir no ver más a Natalia para que dejaran de molestarme. —Está bien—llegué a su lado de pie y acaricié su cabello, sus ojos me repasaron de inmediato, había extrañado demasiado esos orbes marrones con ese brillo particular que solo ella tenía. —Me gusta cuando eres egoísta, Nat. Porque a mí me cuesta serlo—asintió.

—¿Ya desayunaste? Pensé en traerte algo—dijo, mire entonces hacía la cama y las bandejas que ella había estado acomodando.

Inhalé y de inmediato reconocí.

—¡Tú no lo has hecho!—exclamé con mis ojos llenándose de lágrimas.

—Rosie te envía saludos—dijo con esa gran sonrisa en su rostro. Me tiré sobre ella, ignorando el hecho de la comida que podía sufrir consecuencias por mis impulsos, la abracé y besé su mejilla muchas veces.

—Por Dios, Nat. Te quiero mucho—dije aun abrazándola para finalmente ir por los pancakes.

—Yo solo quiero animarte—dijo seria, yo había estado demasiado cortante estos días, estaba siendo algo idiota, tenerla de nuevo conmigo es saber que yo no iba a cambiar esto por esos idiotas fotógrafos.

Mi pequeña diva-AlbaliaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu