Capítulo Once: Llovizna

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En todo nuestro camino de Londres a Francia, Lucille no paraba de llorar. Habían un poco más de cien inmigrantes franceses con rumbo al país británico, docenas de niños y niñas solos, con sus hermanos o algún pariente. Sin haber comido nada en días. Pidiendo monedas desde afuera del tren.

Tengo que admitir que también creí que iba a llorar. La situación me rompió el corazón, pues hablamos de personas que vivían en mi país y las cuales perdieron sus oportunidades y ahora deben de iniciar una nueva vida en Londres.

No es nada parecido a lo que yo hice hace un año. No es nada parecido, pues nosotros nos fuimos por decisión. Ellos no tenían ninguna opción excepto esta.

Francis y Lucille ya llevaban semanas en Londres juntos, pero no lo llegué a notar hasta el último día que pasamos ahí. No quería nada de eso en el viaje.

Que va, para eso tengo mís cartas.

El sueño cerró mis párpados en el momento que me recosté en la cama, y entre todos esos pensamientos, me quedé dormida.

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que no debería decirte esto ahora, querida Jenny, pero he analizado mis sentimientos con anterioridad y llegué a la conclusión de que me gusta Gilbert Blythe.

Era el último párrafo de la carta que compartía con Anne, desde hace un mes. La leía todas las veces al despertar, queriendo poder regresar el tiempo atrás y haberla botado.

Tal vez le pueda decir que no me llegó nada. Así lo ignoraría y no sentiría esta culpa en el pecho.

- ¡Jenny, ya puedes usar el baño! - Francis había sido el que utilizaba el baño desde hace casi dos horas. Andaba con un traje de tela importada por todos lados, sintiéndose orgullo de entrar al castillo de Versalles.

Quería fingir que no me importaba. Pero en realidad también estaba un poco nerviosa.

Escogí la mejor ropa que había empacado.

No tienen que vestir elegantes. Cualquier prenda se verá bien, lo prometo.

Tomé un conjunto de pantalones y camisa nuevos, que mi hermano me había obsequiado antes de irme. Lo colgué al lado de la puerta del baño, y en diez minutos salí a vestirme otra vez.

- Creí que usarías ese vestido - Me reclamó Lucille, señalando el vestido verde con bordado separado que tenía en un costado de mi maleta. - Creí que usarías un vestido. Estamos en Francia, por Dios.

- Ya estuve aquí antes, Lucille. Tu también - Ella rodó los ojos, y se colgó de mí brazo cuando intentaba abotonar mi cabeza.

- ¡No es lo mismo! Ahora somos mayores.

Daba igual. Mayores o no, eran permitidas ese tipo de prendas. Terminé de abotornarme y amarrar mis zapatos después de echar a la chica.

Volví a mirar las cartas.

Cada vez que lo hacía, otra punzada me hacía sentir culpable.

A Anne le gusta Gilbert.

Cada vez que lo digo en mi cabeza se siente más real.

Jenny: Bellyache - gilbert blytheOnde histórias criam vida. Descubra agora