Capítulo 31

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Con la pronta reparación Yuri sintió la alegría de saber que podrían volar de una vez, más no contaban con que Erna Teber y su grupo podían entrar y salir a su antojo

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Con la pronta reparación Yuri sintió la alegría de saber que podrían volar de una vez, más no contaban con que Erna Teber y su grupo podían entrar y salir a su antojo. Sus códices fueron manipulados, su sistema estaba a merced del grupo de hombres que entraban en Anaquil. Desde su posición, Gold observaba al par de sujetos y con solo reconocer a uno de ellos como para saber que todo iría de mal a peor. Una vez dentro no habría manera de sacarlos, mucho menos si el sistema de Anaquil estaba corrompido.

Yuri temía. Creía haber logrado lo que se había propuesto, pero tal como su compañero anunciaba aquello los había superado, y por mucho. Eran ágiles, muy ágiles, más no eran dioses ni podrían enfrentar a tantos hombres. Aun así, Ilu asomó una puerta donde varias armas se disponían. Armamento viejo, pensó Gold, pero armas al final. Mientras pudiesen ser disparadas no había problemas.

Gold tomó el arma en sus manos y contempló las pantallas. Ilu había dispuesto de un seguimiento para que ellos estuvieran al tanto de los movimientos de los intrusos, así mismo de un par de comunicadores con un foco central que se colocaba en su ojo derecho para ver en detalle el mapa interno del navío como de la ubicación.

Ilu trabajaba en la reparación de varias fallas, entre ellas, el de sus sistema corrompido. Zel se asomó por la puerta, activó el visor y miró hacia su compañera asintiendo levemente. Volvió la mirada al frente recorriendo el camino que le señalaba el visor con una Yuri dispuesta a disparar en cualquier momento.

Abarcado un amplio sendero de pasillos con pantallas holográficas que rememoraba los momentos más importantes de la vida de Lord Ebsarta el par se vio a unos pasos cerca de uno de ellos. Zel se movió con sigilo acercándose por su retaguardia, apuntó y disparó, el hombre cayó inmediatamente, corrió hacia el siguiente. El titilar de una luz en su visor le hizo detenerse al tiempo en que veía la hoja de un cuchillo acercarse a él. Disparó varias veces, pero el sujeto tomó de su mano esquivándolo.

Treparius había dado con la razón por la cual no habían podido entrar antes en Anaquil o por lo menos eso creía. Desde que entraron fueron asaltados por todo tipo de trampas que si bien habían podido pasar, no parecían terminar. Teber era impetuoso, exagerado al punto de haber dejado morir a un hombre de su tripulación, pero poco le importaba. Mientras sirviera bien a su causa, la muerte estaba justificada.

Zel aprovechó el descuido de Trep y el titilar de las luces. Ilu hacía lo posible por darles la ventaja. Para fortuna, había reparado las fallas y podía activar el sistema de navegación. Anaquil empezaba el protocolo de ascenso mientras que Zel se zafaba del agarre de Treparius y Yuri disparaba al hombre hasta verlo caer, no sin antes golpear fuertemente a su contrincante hasta hacerlo rodar por la pared.

Yuri corrió hacia su compañero mirando con precaución al sujeto. Estaba tendido con los ojos cerrados con fuerza, había logrado dar en su abdomen, muslo, hombro. Moriría en cualquier momento.

—Sigamos.

El par siguió por el pasillo hasta que el visor les mostró la ubicación de alguien más. Anaquil había terminado con el protocolo, iniciaba la salida de la atmósfera en ese instante en que Gold se vio descuidada, la luz titilante se acercaba con rapidez hacia ella. Escuchó los disparos e inmediatamente buscó ocultarse. Ambos se adentraron en una habitación curiosa, plagada de estatuas de personas irreconocibles. Lord Ebsarta era un hombre en extremo excéntrico para su gusto. No entendía como Ilu le decía que tenía una notable conexión con un sujeto como él.

Elaysa: La ciudad de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora